domingo, 2 de abril de 2023

Laila in black 3

 

AUTORA: Laia CD

 

“Tu vida no volverá a ser la misma”. La voz de Taladro resonaba en su cabeza mientras trataba de recomponerse del orgasmo más placentero de su vida.

Tenía razón. Ya no quería otra cosa. Solamente quería sentir eso una y otra vez.

No sabía si habían pasado horas o apenas unos minutos cuando escuchó la puerta abrirse.

“Hola putita, ¿qué tal con el jefe?”, escuchó mientras oía varios pasos acercándose. Esposada, con las pinzas en los pezones y los ganchos abriendo su boca, seguía sin poder moverse. Tampoco lo necesitaba.

No tardó en sentir varias pollas a su alrededor. Calculaba que serían unos 15 negros los que empezaron a hacer turnos para follar su culo y su boca.

Era la mejor noche de su vida y solo podía pensar en repetirla otra vez.

Cuando todos hubieron acabado, volvieron a llevarla al coche y la dejaron en la puerta de su casa.

Antes de bajarse, hicieron la pregunta que había estado esperando toda la noche.

 

 

“¿Quieres repetirlo”, preguntó el que ella creía que era el jefe antes de conocer a Taladro.

“Por supuesto. Todos los días de mi vida”.

“Bien”, contestó la voz. “Vendremos mañana a por ti, pero tendrás que estar más preparada. Lo de hoy no ha estado mal, pero nos tomamos esto muy en serio. Si quieres ser nuestra esclava sexual, tendrás que ser la mejor sissy, ¿entendido?”.

Laia lo tenía claro: “He nacido para ser la mejor sissy”.

“Buena respuesta, zorra”, contestó. “Evidentemente, tendrás que dejar este piso y mudarte con nosotros, te convertiremos en la mayor zorra de la historia. Vamos a empezar por lo básico”, prosiguió.

Laia notó entonces cómo le quitaban su jaula de castidad y la sustituían por otra prácticamente plana, que convertía su inútil pene en una superficie totalmente lisa. “Ese bultito no queda bien en una guarra como tú”, fue la explicación que recibió. Acto seguido, notó como un enorme dildo se abría paso en su maltrecho culito. No entendía cómo podía dolerle después de lo sucedido. “Es una réplica exacta de la polla de Taladro, para que estés bien entrenada”, escuchó. No era solo el tamaño lo que diferenciaba esa polla de goma de la colección que ella guardaba en casa. Tenía un candado al final que hacía que no pudiese sacárselo.

“Mañana vendremos a por ti para continuar con el entrenamiento. Espera un minuto antes de quitarte la venda”, fue lo último que escuchó antes de notar cómo le quitaban las esposas, las pinzas y la mordaza.

Apenas pudo dormir de la emoción. Su sueño estaba más cerca que nunca de cumplirse.

Ya estaba maquillada como una puerta, vestida con una minúscula falda y un top diminuto con unos taconazos de 20 centímetros cuando dieron las 9 de la mañana y sonó el timbre. “Ponte de rodillas, abre la puerta y cierra los ojos”, espetó una voz al otro lado del telefonillo.

Obedeció encantada.

Lo siguiente que sintió fue la vendrá sobre sus ojos y una de esas enormes pollas follando su garganta con violencia durante varios minutos hasta que sintió el espeso semen bañando su cara. Era la corrida más grande que había recibido nunca.

No tuvo tiempo de limpiarse cuando fue cogida a hombros y llevada hasta el coche. Varios minutos después, el coche se detuvo. Se bajó, escuchó el coche irse y una voz robótica pidiéndole que se quitara la venda y abriese la puerta.

‘Tratamiento integral de iniciación sissy’, decía el cartel. Abrió la puerta.

La mañana se pasó en un abrir y cerrar de ojos. Una sesión de depilación láser por todo su cuerpo dio paso a la sala de tatuajes, donde le hicieron dos idénticos: una pica de la baraja de poker con una Q mayúscula dentro. Uno gran en su culo y uno más pequeño en su tobillo.

Aunque se lo explicaron, ya sabía lo que era: llevaba años soñando con tener uno así.

Era el símbolo de las ‘Queen of Spades’. Una marca de identidad para el creciente número de mujeres que indicaba su disponibilidad sexual ante cualquier hombre negro.

Ya no había vuelta atrás. Su vida consistiría en satisfacer sexualmente a todas las pollas negras con las que pudiera cruzarse.

Estaba en una nube de felicidad y todavía faltaba el toque final.

Llegó a lo que parecía una habitación de hospital, con una cama en medio y decenas de fotos por las paredes. En todas ellas, mujeres despampanantes con enormes tetas, labios carnosos y cuerpos esculturales.

“¿Te dan envidia?”, escuchó al abrirse la puerta.

“Mucha”, admitió.

“Tranquila, pronto estarás en esa pared con ellas”, sonrío el cirujano. “Además, veo que el material es de primera”, continuó mientras se bajaba la cremallera.

No era Taladro, pero tampoco estaba muy lejos. Se lanzó sobre su negro pollón con avidez. Llevaba al menos dos horas sin hacer una mamada y ya tenía mono. Cuando sintió a su cirujano correrse en su cara tras haberle destrozado la garganta, volvió a sentirse plena.

No pudo ni limpiarse cuando escuchó: “Cuenta hasta diez”.

Obedeció: diez, nueve, ocho, siete, seizzzzzz.

Despertó desorientada y algo dolorida en la zona del pecho, donde sentía un peso enorme. Rápidamente lo comprendió.

¡Por fin tenía tetas!

Había cumplido otro de sus sueños y, aunque muchas veces pensó en operarse y ponerse unas tetas normales, de una 90 ó 95, estaba encantada con los dos enormes bultos que sentía bajo el vendaje.

“Es una 120, espero que estés contenta”, dijo su creador.

“Muchísimo”, reconoció.

“Pues ya sabes cómo agradecérmelo. Ahora no te puedes mover mucho, pero no te preocupes. Con tus agujeros nos basta”, dijo riéndose.

Tenía razón. Retiró el candado del dildo que seguía en su culo desde la noche anterior y animó a entrar a sus ayudantes.

“¿Cuántas le cabran a la vez? Pronto lo sabremos”, reían los enormes negros que habían entrado en la habitación.

Nunca le habían follado dos a la vez, así que cuando notó la segunda polla hacerse hueco en su culito dio un respingo. Por suerte la habían atado a la cama, ya que recién operada no podía moverse mucho. Tampoco podía decir nada, ya que también tenía varias pollas enormes en torno a su boca que se turnaban para follar salvajemente su garganta.

“Esperadme que voy”, anunció uno de ellos. No entendía bien hacia dónde iba, hasta que sintió cómo una tercera polla se abría paso en su culito.

Quería gritar, pero tenía la boca ocupada y solo pudo poner los ojos en blanco cuando el dolor inicial se transformó en un enorme placer.

No habían terminado de follarla cuando empezó la lluvia de semen sobre su rostro, en el que la saliva que brotaba de su boca con las embestidas de todos esos pollones había destrozado por completo su maquillaje.

Perdió por completo la cuenta de las corridas que recibió en cuestión de media hora.

“Hemos terminado por hoy”, escuchó al cirujano, que se había guardado el turno final. “Tranquila, nos veremos pronto, tenemos que corrernos sobre esas tetazas que te hemos puesto. Pero, antes de irte, tenemos un regalito”.

Era un collar rosita con la palabra ‘SISSY’ en grande del que colgaba una joya con el símbolo de ‘Queen of Spades’.

“Es importante que todo el mundo sepa que eres de las nuestras”, fueron las últimas palabras del cirujano, que enganchó una correa al collar.

Bajó al suelo de rodillas como buena zorrita y fue dirigida a la entrada por uno de los ayudantes. Su sorpresa llegó cuando, al abrir la puerta, nadie la esperaba.

“Tus dueños tardarán un par de horas en llegar, pero no te preocupes, aquí estarás bien”, le dijo mientras ataba el otro extremo de la correa a un poste junto a la entrada. “Tranquila, por aquí solamente suele haber grupos de chavales jugando al baloncesto y sabrán qué hacer para que no te aburras”.

La puerta se cerró y Laia se quedó sola, atada con una correa a su nuevo y precioso collar, de rodillas y con una generosa cantidad de semen bajando por su cara hasta sus tetas nuevas.

Ni en sus mejores sueños había sido tan feliz.

 

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