Hola a todos, me
llamo Verónica y en este relato os voy a contar cómo conocí a mi macho cuando
me mudé a Madrid para comenzar mis estudios universitarios.
Quería
avisaros de que quizás me haya extendido bastante a la hora de relatar lo que
sucedió, pero he pretendido reflejar todo lo que pasaba por mi cabeza en esos
momentos. Espero vuestras impresiones y comentarios.
Siempre
me he considerado un chico tímido, con éxito en mis estudios pero con no tanta
suerte socialmente. Mi cuerpo no estaba mal a mi parecer, mido 177 y soy
delgado, peso alrededor de 60 kg. Tengo el pelo largo aunque por el resto del
cuerpo apenas tenía, lo que junto a mis rasgos un poco andróginos me conferían
un aspecto delicado y hasta cierto punto femenino. Mi culito era una de las
partes de mi cuerpo que más me gustaban, lo tenía parado y redondito, fruto de
la costumbre que tenía de subir escaleras. Por otra parte, mi clitty es
pequeñito, apenas llega a los 10 cm y es una de las razones por las que nunca
había estado con una chica ya que me sentía bastante cohibido y me daba mucha
vergüenza que pudieran reírse de mi tamaño. Con el tiempo y en especial cuando
me vestía, esto en lugar de verlo como un hándicap lo comencé a ver como una
ventaja ya que me confería un aspecto mucho más femenino.
Cuando
ocurrió todo esto hacía un par de meses que acababa de cumplir mis 18 años y
que me había mudado a Madrid para comenzar mis estudios universitarios. Por
aquel entonces tuve que acostumbrarme a un nuevo estilo de vida ya que hasta
entonces había estado viviendo en casa de mis padres. Ahora tenía un pequeño
apartamento que me ofrecía la posibilidad de poder experimentar con aquellas
cosas que siempre había querido hacer o bien tenía ganas de seguir haciendo.
Una de esas cosas fue la de vestirme y aunque quizás en alguna ocasión os
cuente mis inicios como crossdresser, tengo que deciros que cuando me mudé a
Madrid tenía más libertad y fui ampliando mi fondo de armario. Me armé de valor
y pasé por alguna tienda de ropa y por algún bazar chino para hacerme con
prendas como algún top, un par de vestidos y por supuesto numerosa ropa
interior. En apenas un par de meses llegué a tener ropa suficiente como para
llenar una lavadora y siempre que llegaba de la universidad cambiaba mis
prendas masculinas por mi nueva ropa. Pasaba el tiempo en casa con medias,
braguitas… y me encantaba tanto la sensación que con el paso del tiempo comencé
a llevarlas debajo de mi ropa de chico.