lunes, 3 de abril de 2023

El harem 5: El juego de la mesa

 

AUTORA: Tatiana Lopez

 

Al llegar de nuevo a aquel salón, tanto Esther como yo fuimos al encuentro de nuestros amos. Said departía con Hamtum en una pequeña barra de bar que había en uno de los rincones. Al llegar, mi amo me indicó, con el dedo señalando al suelo, que me arrodillara entre él y su acompañante. Cosa que hice inmediatamente.

Escuche como los hombres volvían a hablar de chicas como nosotras. Said decía refiriéndose a lo que había escuchado hablar durante la comida, que las españolas éramos las que más les gustaba, porque éramos dóciles y muy calientes, que las europeas menos porque eran un poco más problemáticas y las rusas, tenía entendido, que tan pronto llegan a la cuadra de un árabe, se vuelven desobedientes y hay que estar sometiéndolas en todo momento. Y dijo: “Tú ves esta esclava de la cuadra de Mustafá, esta vale un imperio…lo hace todo…mama pollas como ninguna…tiene un coño estrechito aún, donde metes tu polla y notas que es acariciada con esmero por los movimientos que hace el chocho de esta cerda…ésta es muy completa”. Me sentí halagada y mi amo lo notó. Dirigiéndose a mí me dijo “Furcia… mámale su polla al amo Hamtum… para que compruebe lo buena mamona que eres…”.

Levante la cabeza y vi como el amo Hamtum asentía con su mirada. Abrí su chilaba y pese a que era un moro madurito, tenía también un vergón como de unos 20 centímetros, más fina que la verga de mi amo Saíd, pero también muy apetecible.

 

 

Como estaba flácida, la levanté con mis dos manos hacia arriba y comencé a lamer con mi lengua, sus huevos. Ellos continuaron hablando como si nada, mientras que yo seguía arrodillada trabajando.

Hamtum decía que él de las mejores yeguas que había tenido cuando montó su harem, una fue una tal Karin que tenía un coño muy jugoso siempre, que se la trajo de Tetuán, y tuvo que vender, y Hadifa, la más completa de las diez esclavas que trajo de Marruecos, a la que ponía por las nubes porque era completísima, motivo por el cual nunca la vendió y la seguía conservando, hasta que se haga una anciana, añadiendo “pero morirá en mi casa…por los servicios que me ha prestado”.

Yo ya estaba liada con aquella verga jugosa del amo Hamtum, que enseguida se levantó como si tuviera un muelle, cabeceando de vez en cuando, apreciando yo aquel balanceo tenue de arriba abajo que aquel falo hacía de manera intermitente. Me gustaba también mucho la polla de aquel madurito amo, del amo Hamtum. Teniéndola toda en mi boca, le acariciaba sus cojones con mis dos manos. Aunque él no manifestaba ningún sentimiento. Sí llegó a reconocer que yo era una hembra muy completa, porque además de ser muy guapa, tenía un cuerpazo de yegua “jaquetona” y puteaba muy bien. Más halagos para esta perra, me dije yo a mí misma.

Llegó Hadifa y le dijo al amo “Amo está todo dispuesto”. El amo Hamtum, sacó su polla de mi boca y dando dos palmadas dijo “señores ahora vamos a jugar”. Mi amo Said, me indicó que me levantara y me ordenó que fuera a la cocina y le trajera otro whisky.

Llegue a la cocina y pregunté a Hadifa qué era lo que estaba tomando el amo Said, me dijo que whisky chivas regal de 12. Cuando estaba preparando la bebida de mi amo, sentí como me abrazaban fuertemente por detrás y me daban un pequeño bocado en el lóbulo de mi oreja izquierda que me estremeció. Por el rabillo del ojo me di cuenta que era Hadifa, a la que le conminé para que me dejara en paz. Ella teniéndome aun agarrada me dijo “putón…que sepas que antes de que te vayas…serás mía y te pondré a cuatro”. Yo le contesté diciéndole que yo era solo propiedad de mi amo Mustafá y ahora de mi amo Said y que ella, no tenía potestad sobre mí. A lo que me recordó la frase del amo Hamtum cuando llegamos a la casa, que dijo: “Haced caso a todo lo que diga Hadifa, como si os lo dijera yo, que sepáis que aunque ella es esclava mía, vosotras sois esclavas de ella”. Me soltó y me marché a servir el whisky a mi amo, el cual se hallaba sentado en una butaca del salón. Por indicación de mi amo, me arrodille a sus pies y así permanecí.

Estando a los pies de mi amo, Hadifa dijo mi nombre “Tatiana de la cuadra de Mustafá, esclava del amo Said, que venga”. Miré a mi amo Said y con la mirada me dio el consentimiento. Así fue llamando a todas y cada una de las siete esclavas que allí estábamos trabajando aquella noche. Nos organizó como la vez que hicimos la presentación, osea yo iba entre Ruth y Melisa, la segunda.

Hadifa, nos ordenó ponernos a cuatro patas, sobre una mesita como de 20 centímetros de altura, muy juntas una y otra y de forma intercalada, osea una con su coñito para un lado de la mesa y la siguiente, con su chochete para el lado contrario.

Así nos fuimos intercalando, rozándonos unas con otras. Hadifa explicó en qué consistía el juego, diciendo que las esclavas permaneceríamos en esa posición, mientras los dueños de ellas, darían vueltas alrededor de la mesa al son de una música árabe, cuando se parara la música, deberían tratar de meter su cipote en el chocho de una de las esclavas o en la boca. El que no lo consiguiera o tardara más en conseguirlo, sería descalificado y el que hubiera introducido su pene en la boca de una esclava, tendría derecho a continuar solo por otra única ocasión, osea que se primaba el meter la polla en el coño de la esclava, siendo esto más interesante que follar su boca, si eso lo hacía dos veces seguidas, descalificado.

Said vino hacia donde yo me encontraba y metiéndome su polla en mi boca, me dijo “anda zorrita haz el precalentamiento de la polla de tu amo”. Follo y culeo mi boca por un instante, hasta que aquel pollon se puso mirando al cielo.

Una fuerte música árabe comenzó a sonar y los amos, que ya estaban muy ambientados, comenzaron a dar vueltas en un mismo sentido al son de la música, de vez en cuando alguno, soltaba un fuerte manotazo en el culete a las yeguas que tenían allí a su disposición, para regocijo y alboroto de todos ellos.

De pronto se paró la música y todos fueron a meter su polla en alguna esclava. A mí me entró por delante el joven amo Gamal, que metió su pollón fuertemente y muy caliente hasta la garganta, y por detrás, no sé quién sería, pero también, note la fuerte presión de enérgica y gorda verga, que me rellenó bien mi chocho.

La alegría y el regocijo se notaba entre quienes lo habían hecho bien, mi amo Mustafá logró meterla en el coño de Melisa, que la tenía yo a mi derecha. A Ruth que estaba a mi izquierda fue el amo Hamtum, quien la ensartó.

Estuvieron con las pollas metidas dentro de nosotras un rato, mientras anotaban los nombres de quienes habían follado boca y quienes coño. Además todos seguían culeando, para evitar la flacidez. Al rato continuó sonando la música y la misma historia. Hadifa, llegó a decirme una de las veces que paso a mi lado y bajando el tono de su voz: “que sepas que vas a estar ahí hasta la última…por no haberte dejado antes guarra”. Era ella, la que cuando a medida que iban eliminándose los amos, la que iba eligiendo la esclava a retirar de lo alto de la mesita.

Al final solo nos quedamos Melisa y yo y ellos, tres amos el joven amo Hadil, Dabir y Hatim. Fue eliminado éste último, saliendo de la mesa Melisa y quedándome yo solita a disposición de aquellos dos dueños Hadil, que tantas ganas me tenía, y Dabir, así Hadifa cumplía con lo que me había insinuado antes.

Puso Hadifa la música en marcha, hasta que paró, de tal manera que Dabir, la metió en mi boca y Hadil, en mi coño. Siendo proclamado éste el ganador. El premio era subir con una de las siete esclavas a una habitación y durante una hora hacer con ella lo que quisiera.

Estando ayudando a poner la mesita en su sitio, Hadifa me dijo “cerda que suerte tienes…has sido la elegida, guarrilla”, preguntándole yo: “la elegida para qué Hadifa”, respondiéndome “para qué va a ser…para comerte la polla vigorosa y joven del amo Hadil, guarra”. Me subió un rubor hacia arriba que el calor me agobiaba y seguro que me tuve que poner nerviosa y colorada.

Seguidamente Hadifa en voz alta dijo “señores amos, las yeguas van a comer, es la una de la madrugada, por lo que solicito que den a cada una el permiso correspondiente, para que puedan comer”. Mi amo Said haciendo un movimiento de cabeza me indicó que fuera hacia la cocina a comer.

Entre las siete esclavas y Hadifa nos auto-servimos la cena que consistía en un caldo de pollo con unos panecitos tostados y de segundo, arroz cocido y condimentado con la leche que Hadifa había recogido en el recipiente, leche de cuando nuestros amos eyacularon, la tarde anterior. Aquel arroz estaba rico, la lechita de nuestros amos les daba un gusto y una textura especial. Hadifa nos dijo que la comida era ligera, para que tuviéramos ligero y limpio el coño.

Terminadas de comer, tuvimos que hacer la cocina y fregar la vajilla utilizada. Seguidamente Hadifa nos mandó duchar a todas y volvió a ponernos otro enema. A mí me dijo que después de la ducha y el enema, me pusiera unas medias, un tanga y un sujetador limpios y que cogiera unos zapatos de tacón altísimos, porque iba directamente a atender al amo Hadil, ya que yo era su premio, el premio que el amo había ganado en el juego de la mesa.

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