lunes, 3 de abril de 2023

Cómo me convertí en la sissy personal de Pablo 4

 

AUTORA: Nataly Varias

 

Los siguientes dos días fueron extraños, el domingo y el lunes no lo vi para nada, escuché en algún momento como salía del piso temprano y cuando volvía casi anocheciendo se encerraba en su habitación sin decir una palabra. Imaginé que él también estaría procesando muchas cosas, me dio miedo de que estuviera arrepintiéndose, contemplé la posibilidad de que saliera a buscar algún otro piso que rentar para no volver a saber de mí, yo no paraba de pensar y soñar con aquel momento, ese en el que por fin sentí que estaba donde pertenecía. El martes llegó y yo volvía del trabajo ansioso por volver a usar mi uniforme, cuando llegué entré a mi habitación y encontré algo en mi escritorio, había una nota que ponía “Esta es tu recompensa por lo del sábado pasado” y a su lado había un juego de maquillaje nuevo, tenía de todo lo que necesitaba, pintalabios, rímel, sombras, delineadores y un espejo. Me alegré como una niña pequeña con un juguete nuevo, primero por la posibilidad de perfeccionar mi técnica con mis propias pinturas, y después por saber que Pablo aún pensaba en mí.

Rápidamente me puse manos a la obra y me vestí con lo usual, busqué algunos otros tutoriales de maquillaje para irme guiando un poco, me decoré como toda una princesa, o al menos así me sentía, todavía tenía mucho por practicar. Con eso finalmente era “Vanesa” en su máxima expresión, me dispuse a hacer la limpieza del piso, mientras fregaba escuche a Pablo gritar desde su habitación.

 

 

- ¡Vanesa! – rápido fui hasta ahí y entré, estaba tumbado en su cama mirando su celular.

- ¿Si?

- Estoy sediento, tráeme un vaso con agua por favor.

- Si señor – hice lo que me pidió, dejé el vaso a lado en su buró.

- Veo que te gustó tu recompensa – exclamó.

- Así es señor, m-muchas gracias.

- No hay de que – Pensé que diría algo más pero solo añadió: - Puedes seguir con lo tuyo.

Un poco defraudado regresé a terminar de limpiar, ese día no hubo ninguna orden más, inclusive usé mi vestimenta más de tiempo de lo habitual por si se le ofrecía algo, pero no pasó, ¿Sería que no le gustó cómo me maquille? de cualquier forma, algo era evidente, yo tenía más apetito sexual que él, se notaba muy relajado aún con lo que había ocurrido el sábado, yo después de eso solo podía pensar en qué era lo siguiente que me haría hacer. El jueves llegó, los días que no usaba mi vestido parecían días perdidos, como si ese no fuera más yo, todas las tareas las hacía en automático sin realmente interesarme por nada, solo hasta que llegaba del trabajo y volvía a mi apariencia femenina me sentía completo. Me encontraba haciendo la limpieza mientras Pablo veía televisión en la sala, de vez en cuando lo miraba deseando que se fijara en mí, me había esforzado en maquillarme un poco mejor. Estaba desempolvando unas estanterías a lado suyo, y cuando tocaba sacudir las de más abajo me agaché de una forma algo exagerada, inclinándome más de lo necesario para que mis bragas se alcanzaran a vislumbrar un poco, pero ni siquiera llamando la atención de esa manera conseguí que quitara su vista de la pantalla, estaba poniéndome algo triste, solo seguí limpiando hasta que en cierto momento lo escuché.

- Vanesa – Se me iluminó el rostro y salí a su encuentro.

- Dime – Seguía en el sofá mirando televisión.

- Ponte en cuatro por favor. – Tuve un mini infarto como cuando me pidió hacerle una mamada, me puse nervioso, pero no quería desobedecerlo, intenté no tartamudear tanto.

- Eh… sí señor, am… ¿No deberíamos ir a alguna de las habitaciones?

- No – respondió – Ponte en cuatro, justo aquí delante mío. – Al principio no entendí, aunque lo haya dicho muy claramente, lo miré extrañado por un momento. - ¿Qué esperas? – Preguntó.

- P-perdón señor.

Muy desconcertado me puse a gatas y me posicioné en frente suyo, cuando lo hice él levantó sus pies y los puso sobre mi espalda, fue como un cubetazo de agua fría, solo me quería ahí para eso, usarme de taburete y descansar las piernas mientras seguía viendo televisión, me empecé a sentir muy humillado, más que en cualquier otra situación pasada durante esos últimos días, “¿Será que está poniendo a prueba hasta donde llega mi lealtad? ¿Será que notó lo desesperado que estaba y me castiga por haber sido tan fácil de corromper? ¿Será que quiere jugar conmigo hasta que no aguante más y tenga que rogarle para que me deje lamer su pene otra vez? ¿Será que solo se aburrió de mí?” me hacía todas estas preguntas mientras sostenía el peso de sus pies con mi cuerpo, sea como sea, él aún tenía aquellas fotos mías en su posesión, llevarle la contraria podía ser muy peligroso, ahora incluso podría alardear de que me convenció para chupársela, más me valía tenerlo contento, así que aguante. Siendo honesto, estuve ahí menos tiempo del que creí que estaría, fueron alrededor de unos quince minutos por lo que no estuvo tan mal, sin embargo, seguía decepcionado de que solo me haya querido para eso, cuando terminó se levantó del sofá y se fue a su habitación sin decir mucho más, yo terminé de limpiar y me fui a la cama.

Sobreviví hasta el sábado, ese día me llegó un mensaje de Pablo muy temprano, “Te quiero con el uniforme ya puesto, saca mi ropa a lavar, sécala y acomódala en mi ropero cuando termines, vuelvo en unas horas” desde luego eran unas instrucciones muy claras. Me vestí, me arreglé, e hice lo que me pidió, saqué de su habitación el cesto de la ropa sucia y la metí en la lavadora, mientras terminaba de lavarse me preparé algo de almorzar, cuando estuvo lista la metí en la secadora, esta vez mientras esperaba me puse a ver tutoriales de maquillaje a los que me había hecho adicto, y alguno que otro vídeo con ejercicios para agudizar la voz. La ropa terminó de secarse, como Pablo aún no se aparecía me tomé la libertad de planchar alguna de las prendas que estaban más arrugadas, acomodaba la ropa en su ropero cuando lo escuché llegar, seguí colgado sus camisas y apareció en la habitación, llevaba con él varias bolsas, parecía que había estado de compras.

- Hola Vanesa

- Hola señor – respondí mientras continuaba con mi tarea

- Veo que atendiste a las instrucciones correctamente, me alegro. – Lo mencionó mientras ponía esas bolsas que llevaba en el suelo, cuando terminó se quedó de pie mirándome fijamente y cruzó los brazos, a mí solo me quedaba por acomodar su cajón de ropa interior, mientras lo hacía él no paró de mirarme, tanta atención repentina me puso nervioso, me aseguré de que su cajón estuviera bien ordenado, cuando acabé me levanté y enfrenté su mirada, Pablo rompió el silencio. – Vanesa, ¿Qué opinas de lo que ocurrió el sábado pasado? ¿Te gustó? – Tenía la libertad de mentir, podía volver a jugar el papel de la víctima que solo hacía todo eso por estar amenazada, pero no me nació hacerlo, en su lugar me atreví a ser sincero.

- Me gustó

- ¿Te gustaría mamarme el pene otra vez? – La respuesta era evidente, y me comencé a calentar de solo pensarlo

- Sí, me gustaría.

- Bueno, quiero oírte pedirlo. – Hubo una breve pausa.

- S-señor, déjeme mamar su pene.

- No me has convencido, prueba otra vez.

- Por favor señor, quiero lamer su pene, déjeme hacerlo.

- Venga, puedes hacerlo mejor.

- Señor, ansío tener su pene en mi boca, lo necesito.

- No se… - Me puse de rodillas

- Se lo imploro, déjeme probar su jugoso pene una vez más, lo he querido hacer de nuevo desde aquella vez.

- …

- ¡Quiero chuparle el pene como nunca antes lo han hecho, quiero complacerlo con mis labios, mi lengua y mi garganta hasta que se corra!

- … Bien, entonces hazlo.

Como niño que desenvuelve un regalo me apresuré a desabrochar su pantalón, con él estado de pie fue más fácil bajárselo, hice lo mismo con sus calzoncillos, su enorme pene apareció tambaleándose, estaba completamente erecto ya, parece que mis palabras lograron excitarlo también, eso me motivo y me puso muy caliente. Lo sostuve con ambas manos, y comencé a humedecer su glande con mi lengua, saborearlo y olerlo de nuevo me dio la vida, lo masajeaba haciendo círculos con mi lengua y le daba pequeños besos limpiando la saliva que se acumulaba, luego usé solo una mano para mover su pene de forma que tuviera acceso a su tronco, lo lamí por completo de abajo hacia arriba, le di varias pasadas desde diferentes ángulos hasta que lo remojé del todo.

Sin poder aguantar un segundo más me lo metí dentro de la boca hasta donde la garganta me lo permitió, pude escuchar una exhalación profunda de Pablo, comencé con las repeticiones de manera suave, moviendo la cabeza de atrás para adelante, ingiriendo y expulsando su falo de mi boca una y otra vez, fui aumentando la velocidad paulatinamente, estaba disfrutándolo como si de un caramelo se tratará. Pablo me tomó por la nuca nuevamente acompañando mis movimientos, yo voltee a verlo a los ojos mientras seguía chupándole la polla poseído por el placer, pare un poco para respirar, abrí la boca lo más que pude y saqué la lengua, golpee su pene contra ella unas cuantas veces mientras seguía mirándolo,  después me agache un poco más hasta que mis labios alcanzaron sus testículos, los besé varias veces, los lamí hasta que estuvieran bien empapados en saliva y finalmente los engullí, por dentro los seguía masajeando con mi lengua y seguía también mirando hacia los ojos de Pablo cuando podía.

Él de pronto se puso más agresivo, se sacó la camisa dejando su torso desnudo, y tomó su propio pene para hacérmelo tragar otra vez, me tomó de la cabeza ahora con ambas manos y procedió a hacer movimientos de cadera para follarse mi garganta, yo me sostenía de sus piernas y aguantaba a medida de lo posible no atragantarme, pero los movimientos terminaron siendo tan bruscos que comencé a toser y algunas lágrimas se me escaparon estropeando mi rímel, nada de eso lo detuvo, continuó hasta que decidió apretar mi cabeza contra sus caderas nuevamente para introducir su pene lo más profundo posible, no tuvo ningún tipo de misericordia esta vez, apretó tanto que logró meterla del todo, mi nariz se rosaba con su pelvis y mi garganta era completamente obstruida por su polla, no tenía ninguna forma de respirar, se mantuvo así hasta que notó como no podía aguatar mucho más e intentaba separarme de él luchando contra su fuerza, obviamente no lo pude hacer hasta que él mismo se retiró, tomé aire como si hubiera estado quince minutos bajo el mar, tosiendo e intentado no desvanecerme en el suelo.

- Sube a la cama y ponte en cuatro – escuché decir a Pablo, yo estaba apenas recuperando el aliento, pero no lo hice esperar, hipnotizado por la lujuria atendí a su orden y me coloqué como me indicó, mientras lo hacia él se terminó de retirar el pantalón y los calzoncillos, solo pude contemplarlo desnudo un momento mientras sacaba de las bolsas un lubricante, pero enseguida estaba detrás de mi yo no hice más que echar la vista al frente, no podía creer lo que estaba a punto de suceder, un hombre estaba a punto de penetrarme, nunca durante mi vida creí que sería posible, pero aquí estaba, más ansioso imposible.

Pablo me subió la falda, sentí algo de vergüenza de que me viera las bragas, pero sentí aún más cuando me las bajó, me tenía con el culo expuesto, yo no miraba para atrás ya que no quería saber cuándo iba a pasar, solo quería sentirlo. De repente me estrujó una nalga con su mano izquierda, la sujeto firmemente y la movió para tener una mejor vista de mi ano, con cada cosa que hacia yo me sonrojaba y excitaba cada vez más, con su dedo pulgar de la mano derecha me untó lubricante en el esfínter, cuando lo sentí no pude evitar contraerme un poco, pero lo hiso con tanta delicadeza que casi me vengo, me soltó un momento para ahora lubricar su pene, una vez lubricado me lo azotó dos veces en ambas nalgas, presintiendo que se aproximaba el gran momento encorve mi espalda, lo frotó varias veces en la raja de mi trasero, parecía que se tardaba solo para provocarme, para hacerme desearlo e implorar porque me la  metiera, y vaya que lo estaba logrando, de un segundo a otro puso su glande contra mi ano y lo mantuvo ahí.

El punto sin retorno, me hubiera gustado saber que pasaba por la cabeza de Pablo en ese momento, cerré los ojos y mordí la almohada poniéndome cada vez más tenso, comencé a sentir la presión de su pene dispuesto a entrar, progresivamente aumentaba junto a la fuerza con la que apretaba los dientes, mi ano parecía resistirse hasta que por fin cedió, el glande de Pablo estaba adentro de mí y yo ya no era virgen, no tuve tiempo de hacerme a la idea cuando sentí como él se apoyó en mi espalda para seguir introduciendo su corpulento miembro, aún faltaba la parte más ancha y con cada milímetro que avanzaba mi pequeño orificio se iba dilatando hasta límites que comenzaron a doler, fue entonces cuando exhale mi primer gemido, mientras seguía adentrándose por mi recto el dolor se intensificaba, ahogué mis quejas tapándome la boca con la almohada.

Cuando iba por la mitad casi no lo podía tolerar, por instinto intentaba quitarme, pero Pablo me lo impedía sujetándome firmemente, el continuó mientras yo resistía a duras penas, estrujé las sabanas con toda mi fuerza, sentía que los ojos se me iban para atrás, hasta que finalmente tocó fondo, toda su gigantesca verga estaba dentro de mí. Pablo se detuvo en ese punto, acarició mi espalda un poco y esperó permitiéndome adaptarme, al cabo de un rato la fue retirando lentamente, justo cuando mi ano apenas descasaba un poco él arremetió contra mí, metiéndola de nuevo por completo esta vez en una estocada rápida, gemí, repitió el mismo proceso, la sacaba y la metía, cada que ocurría se me escapaba un gemido, fue aumentando la velocidad y la energía del empuje, mis gemidos también progresaron haciéndose más intensos y recurrentes, de un momento a otro Pablo estaba follándome el culo con un virtuosismo impresionante, apuesto que si cualquiera de nuestros otros dos compañeros de piso se encontrara con esa escena no podría creerlo, el éxtasis que estaba sintiendo era descomunal, su polla estaba teletransportándome a otro mundo, Pablo se inclinó y me tomó ambos brazos, los estiró hacia él de forma que me frenaba de caer a la cama, arremetió una y otra vez, sacaba y metía su rabo entre mis piernas, lo único que se oía era el sonido que hacían mis nalgas chocando con su cadera y lo gemidos desmedidos que emitía, chillaba como toda una puta.

- Te gusta ¿eh? – Exclamó Pablo con furia.

- ¡Sí señor, me gusta! ¡Me encanta! ¡No pare por favor! – Respondí entre gemidos y suspiros.

- Seh, te gusta que te estén reventando bien el culo.

- ¡Si! ¡Si! ¡Oh sí! ¡Reviénteme el culo señor! – Siguió cogiéndome con frenesí por un rato.

- Ponte de rodillas Vanesa, me voy a correr.

Se separó de mi dejando mi ano dilatado y palpitante, me concentré solo en hacer lo que me ordenó, así que me puse de rodillas en el suelo frente a él, con la boca bien abierta y la lengua bien de fuera, mirándolo a los ojos. Se masturbó viéndome fijamente hasta que brotó su semen a chorros, apuntó a mi cara, me llegó a la frente, el cabello, las mejillas y por supuesto a la boca, cerré los ojos y lo engullí, volví a abrir la boca para mostrarle que no dejé nada. Sin que me lo esperara, Pablo me tomó de las mejillas con una mano y las juntó muy fuerte aplastando mis labios entre ellas, se agachó hasta estar muy cerca de mi cara y me dijo con voz muy clara y profunda:

- Escucha, ahora eres mi perra, harás lo que digo cuando lo digo, tu culo me pertenece.

Empujó mi rostro hacia atrás haciendo que perdiera el equilibrio y cayera sentado en el suelo, se dio media vuelta aún desnudo y se metió en el cuarto de baño a ducharse, una vez más estaba derrotado en el suelo, con la cara llena de semen y con el ano adolorido, aún con todo eso, la única emoción que me invadió fue felicidad… “si señor” respondí para mis adentros.

 

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