martes, 18 de abril de 2023

El Harem 8: Mañana de domingo, sumisión y humillacion

 

AUTORA: Tatiana Lopez


El sol que entraba por la ventana y el palpitar persistente con ritmo constante que notaba a la altura lumbar, provocado por el movimiento acompasado de la polla erecta de mi amo, me hicieron despertar.

Mi amo me tenía cogida férreamente por la cintura con su mano derecha y se hallaba totalmente unido su cuerpo con el mío. Sus huevos los notaba como presionaban contra  mi coño.

Como estaba profundamente dormido, me quede inmóvil disfrutando aquellas palpitaciones de aquel pollón erecto y el calor que su cuerpo me daba. Me sentía como toda una señora, una reina, con su señor al lado, con su marido.

Al poco rato, escuché como alguien golpeaba la puerta de la habitación. Mi amo no se inmutaba, por lo que me moví un poco y le dije bajito “amo Said, llaman a la puerta”. Él bostezando se despertó y dio una fuerte voz diciendo: “quién es?”. Contestando la persona que había llamado “Soy Hadifa, está con usted su esclava Tatiana?”. A lo que contestó mi amo “Claro… con quien va a estar si no?”. Respondiendo Hadifa “Señor es que estamos organizando el día y es la única esclava que falta para poder comenzar”. Said le contestó “Ya mismo va”.

Me hizo dar la vuelta y mirarle de frente y me preguntó “Tu tienes ganas de ir donde esa vieja zorra o te gustaría quedarte aquí conmigo?”. A lo que contesté “señor yo haré lo que usted me mande, soy su esclava, aunque sí desea conocer lo que me gustaría hacer…., me gustaría quedarme aquí con usted, disfrutando de esa sabrosa polla que tiene gorda y erecta, que me pone loquita”.

 

 

“Que cerda que eres putón, pues venga relájame, trabájala furcia, hazme una mamada con esos labios carnosos de zorra caliente que tienes” contestó el amo Said. Yo enseguida y sin bajarme de la cama, me abalance hacia aquel vástago venoso y duramente erecto y comencé a lamerlo con la punta de mi lengua, como una perra en celo.

Said teniendo mi chochete a la altura casi de su cara, comenzó a introducirme sus dedos y dijo “cuando me des gusto lo notarás, porque te introduciré el dedo hasta lo más profundo perra…, así que si quieres disfrutar…, ya sabes…, esmérate”. Lamí aquel duro trozaco de carne y babee aquellos hermosos huevos que olían a moro macho y comencé a gemir por el gusto que me proporcionaban en mi coño aquellos dedos moviéndose.

De pronto note que saco Said sus dedos y aprecie que me introducía un instrumento. Una de las veces pude comprobar que me introducía el mango de una fusta. Cuando me lo introducía a fondo se me iba un chillido de gusto, que hacía que yo más me introdujera su falo en mi boca, hasta sentirlo en la garganta.

Nuevamente llamaron a la puerta, preguntado el amo Said que quien era y contesto Hadifa. Said le dijo pasa está abierta. Entro Hadifa en la habitación y le dijo a mi amo “señor el amo Hamtum, requiere la presencia de su esclava en la cocina para empezar a preparar el día”. Dile al amo Hamtum “que mi esclava está ahora mismo trabajando mi polla, como tú misma puedes comprobar, y que ira tan pronto termine la tarea que le he encomendado”. “Sí señor” contestó Hadifa, cerró la puerta y se marchó.

Yo continué trabajando aquel falo descomunal, mientras jadeaba de gusto al sentir el rabo de la fusta, como era introducido por mi amo, hasta lo más profundo de mi coño, poniéndome como un ascua de caliente.

De pronto aquel tiburón comenzó a derramar leche calentita en mi boca, que yo iba tragando y relamiendo como lo que era, una puta cerda. Mi amo sacándome de repente el mango de la fusta de mi chocho, me dio un fuerte manotazo en mi culo y dijo “ya has tomado tu desayuno putón…, venga relame bien con tu lengua hasta la última gota de mi polla, que quede bien limpia y baja con esa puta vieja de Hadifa”.

Con mi lengua lamí y relamí hasta la última gota de leche y dándome un fustazo en mi culete dijo Said “venga ya está bien, vístete y para la cocina”. Salí de la cama rápidamente y yendo al baño, me retoque un poco el maquillaje, me puse el sujetador, el tanga y mis zapatos y corriendo salí hacia la cocina donde me esperaban, no sin antes preguntar a mi amo Said “señor desea usted algo más de esta esclava?”. A lo que Said con el dedo señaló una pequeña gota de leche que había quedado sobre su ingle, por lo que me acerque y reclinándome sobre él, con mi lengua lamí aquella gotita de lecha, ya fría, que paladee profundamente hasta que se diluyó en mí boca, gustándole aquel detalle mucho a mi amo.

Llegué corriendo a la cocina, donde Hadifa me recibió a fustazos sobre mi culo y espaldas llevándome así hasta las duchas y me dijo “dúchate perra que vamos tarde por tú culpa…, ponte este enema y cuando te haga efecto me llamas”. A lo que respondía “Sí señora”.

Una vez que el enema hizo su función llame a Hadifa, quien me ordenó poner mi torso sobre una mesa y con sus dedos hurgó en lo más profundo de mi chochete y comprobó que estaba totalmente limpio. Seguidamente me dijo “anda y vístete con esa ropa como tus compañeras”.

Comencé a ponerme una especie de camiseta blanca casi transparente que solo cubría por detrás hasta los omoplatos, dejando al descubierto el resto de espalda y toda parte delantera del cuerpo, un tanga blanco, una sandalias con poca cuña…ahhhh y unas pezoneras blancas con colgante sobre mis tetitas. Esa era toda la ropa.

Hadifa nos puso a cada una, un número adherido a la espalda en el poco espacio que había en aquella camiseta. Yo era la numero dos, tras Ruth que llevaba el uno, todas en el mismo orden que cuando fuimos subastadas al principio.

Así estuvimos esperando hasta que el amo Hamtum entro y dijo “Hadifa termínalas de preparar que empieza esto”. Entonces Hadifa y por orden nos fue poniendo a cada una, unas rodilleras, una mordaza o bocado parecido al que se ponen a los caballos y una especie de riendas. Ahí comenzamos todas a darnos cuenta de que iba la cosa. Nos iban a utilizar como yeguas de verdad.

Cuando Hamtum dio palmas, Hadifa nos cogió por el final de la rienda a cada una y así entramos las siete en el salón, donde nos esperaban todos los amos.

Hadifa dirigiéndose en voz alta a los amos, dijo “Señores aquí tienen ustedes a sus esclavas, vestidas de yeguas, para que hagan con ellas lo que cada uno de sus amos quiera”.

Said vino me cogió de la rienda y me llevo con él a un sitio apartado y me dijo “ahora eres mi yegua y mi yegua corre más que ninguna, así que cuando te den la salida serás la primera en llegar a meta, si no…”, dándome un fuerte fustazo, añadió “ya sabes lo que hay”. Acto seguido me puso de rodillas y así, me cubrió con su chilaba y me dijo “mama de ese biberón mientras para que vayas cogiendo fuerza”. No pude obedecer, pues llevaba aquella mordaza que me lo impedía, solo pude tratar de acariciar con mis mejillas y mi cuello aquel vergón, tratando de no rozar y lastimar aquella joya de mi amo con la mordaza que yo llevaba puesta en mi boca.

Said viendo mi actitud, se abrió la chilaba y comenzó a darme golpes que su fusta en la espalda, diciendo “perra sarnosa porque no haces lo que te he dicho, porque no me comes mí polla?”, contestándole yo por señas puesto que la mordaza me impedía hablar, que no podía que llevaba puesto aquel bocado de caballo en la boca. Quedándose más tranquilo y los demás se rieron de la situación y de Said.

Hadifa nos llamó a todas y comenzó a organizar una carrera con las siete esclavas. Consistía en que a cuatro patas, corriéramos a lo largo de aquel salón y llegar cuanto antes a la meta, a ser posible la primera. Entre los amos comenzaron a apostar por la esclava que creían que iba a ser la primera.

Una vez las sietes en posición y dieron la salida, corríamos a cuatro patas como verdaderas yeguas, instigadas por los alaridos que daban nuestros amos y por algún que otro golpe de fusta. Nosotras mismas, nos atropellábamos y nos empujábamos, para llegar primera y sobre todo por no llegar la última y evitar lo que le pasaría. La última tendría que besar la polla a todos los amos y mientras recibir un fustazo o dos de cada uno.

No quede la primera, que fue Melisa, pero si la tercera. Eso no gusto a mi amo Said, que había apostado por mi algún dinero y dirigiéndose donde me encontraba, comenzó a darme fuertes golpes con la fusta en mis nalgas, culo y espaldas, mientras me cogía fuertemente por las riendas que llevaba puestas, diciendo “no te dije que la primera, puta imbécil…., por qué te has dejado ganar” y así estuvo casi diez minutos, para regocijo de los demás amos, que mientras recibían las caricias en sus penes de Esther, que quedó la última, a la que fustigaban también duramente.

Mi culete, mis nalgas y espaldas ardían de los golpes recibidos por no ganar, cuando anunciaron otra prueba, que iba a ser la que me llevaría seguro, a ser lesionada por aquel bruto de Said. La prueba que consistía en adoptar la misma postura, osea a cuatro patas, tratar llegar la primera a la meta, pero con tu amo encima. Dura prueba, después de haber corrido ya antes.

Así que se subió encima de mi cintura el amo Said, que pesaría casi 90 kilos y corre con él encima, dándote con la fusta en tus nalgas y puñetazos en tu espalda y nuca. Agotadora carrera, quedando todas las esclavas exhaustas y agotadas. Yo quede la cuarta, de nuevo fustazos a granel, menos mal que al poco tiempo se borraron las señales.

Tras ello y sudaditas todas por el esfuerzo realizado, Hadifa nos llevó a una habitación contigua y nos hizo quitarnos el tanga y subirnos a una especie de tarima rectangular no muy alta, con unas cortinas rojas de terciopelo, dejando fuera de la cortina y a la vista el coño de cada una de las siete esclavas. El juego consistía, que vendrían los amos e intentarían conocer a la esclava por su número o nombre, para lo cual podía tocarnos el coño o penetrarnos.

Aquello era demasiado, tú solo notabas como llegaba uno te tocaba tu chochete o te metía su gran pene un breve espacio de tiempo y decía un nombre o un número, mientras Hadifa que se encontraba de pie en el centro de la tarima y divisaba lo de fuera, iba validando o no lo dicho por el amo correspondiente. Nosotras no podíamos ni siquiera hablar ni jadear, pues te ganabas el fustazo de Hadifa. A mí me tocaron varios y note, como alguno metía sus dedos en mí coño y como me penetraron seis pollas distintas.

El resultado del juego fue que ninguno acertó, el premio era follarse a la esclava cuyo nombre o número acertaras, en el centro del salón y a la vista de todos.

Tras estos juegos, nos retiramos hacia la cocina y vestuarios, donde Hadifa nos quitó la mordaza y ordenó que nos ducháramos, vestirnos con la misma ropa que nos pusimos al principio para ser subastadas, incluido el velo y comenzar a preparar la comida y la mesa, para que almorzaran nuestros amos.

Estando así vestida y preparando la mesa que íbamos a servir a nuestros amos, me llamó Hadifa y me indico que fuera hacía un cuarto contiguo a la cocina, empujándome para dentro me dijo: “ahora me toca a mí disfrutar de tu cuerpo perrita”, yo conteste “que qué insinuaba”, a lo que respondió “te dije que te follaría y llegó el momento”. Dándome un fuerte bofetón me dijo “échate sobre esa mesa y deja de ponerte chula, ábrete bien y procura dejar a mi disposición tu chochete”, yo obedecí como cervatilla asustada y eche mi pecho sobre la mesa dejando mi coñito a disposición de Hadifa, para que hiciera con él lo que le viniera en gana.

Sacó su delgado y alargado pene y me lo introdujo en mi vagina, comenzando a culearme mientras sobaba mis pechos, metiendo las manos entre la mesa y mi cuerpo. Me sentía totalmente pisoteada y humillada, porque estaba siendo poseída por la fuerza, por una esclava como yo. Estando así, llegó mi amo verdadero Mustafá, quien dando voces preguntó a Hadifa qué hacía conmigo y le ordenó que me dejara en paz, dándole un fuerte bofetón que le hizo caer al suelo. Enseguida me abrazó y me preguntó “cómo estaba y cómo me había dejado violar por la vieja puta aquella”, contestándole yo que “Hamtum dijo que era su esclava, pero que nosotras éramos esclavas de ella … y que durante la subasta estuvo dándonos con la fusta a la presencia de todos los amos y ninguno le recriminó su actitud… por lo que consideraba que era superior a mí”. Dándole a Hadifa un fuerte puntapié en su culo le dijo “levántate vieja puta y sigue trabajando…”.

Seguidamente Mustafá me explico cuál era el motivo de su visita, que no era otro, que comunicarme que había recibido una oferta del amo Said, para hacerse conmigo. Le había ofrecido 8000 euros y su esclava Sara, pidiéndome opinión de sí yo deseaba pertenecer a Said e irme con él a su cuadra. A lo que le respondí que “yo haría lo que él me ordenara, pues estaba tan locamente enamorada de él que incluso iría con Said, si era su decisión”. Me volvió a abrazar y me dijo “yo no te puedo vender y menos si estas enamorada de mí, como me lo estás demostrando…, sigue con tus tareas …”. Yo le respondí “Gracias Mustafá”.

Al volver a la cocina, Hadifa me fusteó en varias ocasiones, hasta que llegó el momento de servir el almuerzo, que dejo de hacerlo, puesto que estando presente mi amo Mustafa no se atrevía, desde cuyo momento cada esclava volvió a ser propiedad de su amo verdadero y a encargarse de su servicio.

 

Comenzaron a entrar en el comedor todos los amos, mientras que las siete esclavas y Hadifa permanecíamos de pie, tras el sillón que iría a ocupar nuestro amo verdadero, en mi caso Mustafá.

Tras sentarse todos, Hamtum interrumpió la algarabía para comunicar y celebrar que había alquilado por tres meses a la esclava Azahara y por eso la tenía a su lado. Su amo Hatim, le interrumpió diciendo que no había querido comprarla, pues él se la ha ofrecido en venta, ya que era el anfitrión y además estaba loquito por ella, por lo que le había hecho un buen precio.

Hamtum le respondió diciendo que con tres meses que la tuviera en su casa sería suficiente ya que él no podía pagar la cuantiosa cantidad, que le había pedido por ella Hatim. Añadiendo que ahora comenzaría a meterse en páginas de internet, donde jóvenes putas esclavas españolas se ofrecen desinteresadamente a árabes por sus pollones y formaría una cuadra con tres o cuatro, para venir con sus amigos de vez en cuando a disfrutar de ellas.

Tras este comentario, casi todas las siete esclavas nos miramos, porque esa era la pura realidad, todas o casi todas, habíamos conocido a nuestros amos por internet. Está de moda y nos enloquecen sus vergones.

Said también intervino haciendo referencia a la oferta que había hecho por mí a mi amo Mustafá, diciendo que le había ofrecido su esclava Sara y 8000 euros y no había aceptado. Mustafá le respondió que yo no estaba en venta y que valía mucho más. Añadiendo: “todas estas esclavas han sido compradas o se hallan bajo un contrato de esclavitud, cosa que Tatiana no. Ella está aquí porque yo se lo he pedido y porque ella ha querido y aceptado, por lo tanto no puede ser objeto de venta porque se trata de una mujer libre”. Entonces entendieron por qué mi amo no me vendía.

Tras el almuerzo, las esclavas nos pusimos a retirar la mesa y a la ordenar la cocina, mientras los amos departían en el salón.

Hadifa nos ordenó ir al vestuario y ponernos la ropa con la que habíamos llegado allí, osea las ropas que cada una había traído de su casa. Yo top rojo que dejaba al aire mis hombros y espalda, unas medias de red rojas y las sandalias con plataforma de 12 centímetros.

Así fuimos saliendo a la cocina, donde nos íbamos despidiendo y deseándonos lo mejor hasta que nos volviéramos a ver, quedándole a algunas un largo camino por recorrer hasta llegar a su casa, por ejemplo a las de Valencia, Barcelona o Bilbao. Todas nos despedíamos con abrazos y comentando como no lo habíamos pasado. Solo Azahara, seguía vestida de odalisca, pues al haber sido alquilada por tres meses, quedaba en la casa al servicio del amo Hamtum.

Hadifa dirigiéndose a mí me dijo “tu amo dice que te quiere ver ya en el coche”. Fui la primera en salir de aquel harem y me dirigí al coche. Al rato llego Mustafá y tomando camino de vuelta me pregutó “que te ha parecido…, te gustó?”, a lo que respondí “que sí me había gustado la experiencia, unas cosas más que otras”, interpelándome él “volverías a repetirlo?”, contestando “lo volvería a repetir, es interesante y sobre todo lo volvería a repetir, si tú me lo pidieses…, lo volvería hacer sin duda”.

Vi cómo se pasaba del lugar donde debía quitarme la ropa de nena y se lo indique, contestándome: “desde hoy serás siempre Tatiana, Antonio ha muerto, siempre serás una mujer, mi mujer, vivirás conmigo y estarás bajo mi protección y en mi casa…, que te parece?… tú que dices?”. Me gustó tanto lo que estaba diciendo Mustafá, que no pude reprimirme y echando mano a su bragueta oprimiendo fuertemente aquel bulto duro, le dije sonriendo: “lo que tu quieras cariño”. A lo que contestó: “Estás segura?... esto no tiene marcha atrás”. A lo que respondí: “Segurísima”.

Una vez recorrimos unos pocos de kilómetros Mustafá dijo “coge tu teléfono y llama a tu jefe y le dices que desde mañana te tenga por despedida, puesto que tú no vas más a trabajar”. Tanto me sorprendió que increpe diciendo: “Cómo?.... que me estás diciendo?”. “Lo que oyes”, respondió Mustafá y añadió: “Ves como no puede ser…ya empezamos. Has dicho que deseabas y querías ser mi mujer, pues si eso es verdad tendrás que hacer lo que yo te diga… no?”. Lo que tuve que reconocer diciéndole: “Llevas razón…haré lo que me has dicho”.

Saque mi teléfono de mi mochila, donde había permanecido todo el fin de semana, y marcando el número de mi jefe le dije: “Juan, soy Antonio, mañana no iré a trabajar y desde mañana nunca más, prepárame la documentación que me doy por despedido voluntario”. Aquel hombre se quedó de piedra e intentó convencerme para que cambiara de decisión, pero era una decisión sin marcha atrás.

“Estupendo perra…, ahora sí ya eres toda mía…” dijo Mustafa y tras un rato me dijo “necesito el roce de tus labios en mi polla…, lo estoy echando de menos…”. Yo le respondía con una pregunta: “Que me estás diciendo que le come la verga?... pues allá va tu mujer que para eso la tienes”. Me eche hacia donde él conducía y una vez le abrí la bragueta, deje en libertad su polla grande y gorda que él también tenía como buen árabe. Empecé a hacerle arrumacos y caricias con mi cara, lamiendo con la puntita de mi lengua aquel prepucio grueso y totalmente liberado. Que rico me sabia cada lamida y que rico olía aquel vergon tan lindo. Enseguida comencé a introducírmelo hasta notarlo en mi campanilla y comenzando un rítmico movimiento de cabeza de arriba a bajos, notaba que cada vez más se hinchaba aquel tiburón.

El no paraba de conducir y yo sobre su regazo le trabajaba ansiosamente su polla, lo que le hacia bramar de gusto y me decía “sigue sigue no pares hasta que explote…”. Yo más me esmeraba en darle gusto, para lo cual además de tragarme aquel trabuco hasta lo más profundo, no dejaba de vez en cuando de lamerle con mi lengua de perra el tronco del mismo, mientras con la mano seguía pajilleando su gran pepino. Así hasta un momento, en que me lo introduje hasta el fondo de mi boca y lo apreté cerrando lo que pude mis mandíbulas a fin de hacer presión sobre aquel bocadillo, noté que Mustafá comenzó a gritar diciendo “que buena eres puta… yo me corro ya… no aguanto más” y comenzó a derramar leche en mi boca en cantidad suficiente para sentirme harta y satisfecha. Me relamí aquel néctar como si fuera un producto delicatese y después me trague hasta la ultima gota. Limpie el falo de mi macho y le volví a meter en su pantalón. Haciéndome una caricia, pasando su mano por mi cara y diciendo “muchas gracias putita”.

Enseguida llegamos a Madrid y me llevó Mustafá a la puerta de mi casa y me dijo: “sube a tu apartamento, recoges toda la ropa de chica que tengas y aqui te espero”. Me costó trabajo obedecerle, pero al final salí del coche y me dirigí avergonzada a mi portal. Aunque pasó algún vecino por mi lado, no me reconocieron, incluso uno con el que coincidía en el bar, me piropeo diciendo “vaya culo que tienes, si te cogiera te pondría el chocho calentito, guapa”. Eso me dio confianza al saber que no era conocida vestida de nena, subí a mi apartamento y recogí dos vestidos, varias falditas, alguna camiseta y jersey, dos pares de zapatos y el estuche con las pinturas, baje y una vez en el coche, Mustafá puso rumbo a Cuatro Caminos, su barrio.

Así acabó aquella aventura de aquel fin de semana, que nunca jamás olvidare, pues aunque hubo otros encuentros, ninguno como aquel primero, quizás por eso por ser el primero. Desde entonces vivo unida a mi hombre Mustafá, con quien he seguido viviendo momentos únicos y que quizás algunos algún día cuente.

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