AUTORA: LINDA LISSY |
Era una mañana calurosa de
Primavera. Me desperté sudada, había vuelto a soñar con aquel polvo maravilloso
que me habían echado la semana pasada: qué hombre, qué manera de hacerme
disfrutar. Aquello se me había quedado grabado en el subconsciente tanto como
para hacerme soñar con ello 5 días seguidos y como para tenerme excitada cada
mañana.
Me dí una duchita fresquita
mientras seguía pensando en lo zorrísima que me había sentido aquel día, dando
placer a aquel macho y cumpliendo sus más sucios deseos. Una auténtica puta y
muy orgullosa de serlo, para qué negarlo. Continué para hacerme el desayuno de
todas las mañanas y allí fue donde ya tomé una decisión drástica. Pensé: “Linda ¿Por qué no lo llamas? Sabes que lo
necesitas, necesitas tener ese rabo dentro de ti otra vez”.
Después de pensar aquello, decidí
no vacilar más y lo llamé. Fue una conversación corta, durante la que me estuve
metiendo dos dedos suavemente en el ano imaginándome que aquella polla de esa
voz estaba penetrándome tan gustosamente como aquel recordado día, pero que me
mantuvo calentita hasta el momento que deseaba ansiosa:
Chico: “Hola, tigresa”
Linda: “Hola, mi amor”
Chico: “Normalmente soy yo el que llama a las zorritas ¿Qué te pasa?”
Linda: “Te echo de menos, cielo. Echo de menos aquel día…”
Chico: “Así que la putita se
quedó insatisfecha ¿eh? ¿Cuándo quieres que te de más polla? Yo todavía te
tengo ganas”
Linda: “Hoy, por favor. No aguanto más sin ese rabo”
Chico: “Estás de suerte, mi
esposa se lleva a los niños hoy mismo al pueblo, tengo la casa para mi todo el
fin de semana. Pásate en tres horas que lo prepare todo. Hoy te voy a follar
para que quedes satisfecha de una puta vez, fulana”
Y me colgó. Si, me colgó. Fue un
maleducado, pero me encantan los hombres así, tan chulos, tan machistas, además
de que su polla merece mucho la pena, admitámoslo también. Sin perder ni un
segundo con un calentón inmenso, salí corriendo a prepararme y a poner a punto
mi bolsa de deporte, esa bolsa que uso cada vez que salgo a follar con algún
hombre que precise de mis servicios. Tenía tres horas escasas para decidir que
me iba a poner para que el tío más macho que conocía estuviera satisfecho
conmigo. Aprovechando mi reciente depilación, me desnudé entera delante del espejo
y pensé: “Linda, hoy tienes que hacer que
solo con que te mire, se corra”. Automáticamente recordé a mis tacones de
15 cm., esos que tanto le gustan, así cerraditos, con una pequeña plataforma,
azules. Metí los zapatos en la bolsa y el resto, salió solo. Me puse mis medias
de encaje negras con el liguero a juego, mi tanguita negro de hilo, mi corset
negro atado por delante y con tirantes. Una delicia que iba a ocultar debajo de
mi ropa de chico para poder salir a la calle. En la bolsa también metí mi melena
superlarga negra y un maquillaje tipo “pin-up”, ya sabéis, barra de labios muy
rojos, con pestañas muy largas y sombra de ojos oscura.
Lo tenía todo preparado ya,
quedando más de hora y media por delante. No aguantaba más el calentón, tenía
que mitigar mi deseo de sexo de alguna forma, así que abrí el cajón de mi
mesita de noche, saqué mi consolador realístico y comencé a chuparlo con ansia,
como si mamara la polla de ese macho que tanto deseaba tener entre mis piernas,
mientras me masturbaba. Fueron instantes muy placenteros, intentando predecir
lo que se me iba a venir encima dentro de poquísimo tiempo. Tan placentero fue
el instante que logré correrme prontísimo, con la suerte de no mancharme mi
atuendo. Luego saqué mi plug anal, lo lubriqué considerablemente y me lo
introduje en mi culito para estar bien abierta para que la polla de mi macho se
hiciera camino dentro de mí sin dificultad. Toda preparada, cogí el coche y
conduje hasta la puerta de mi macho. Durante el trayecto, movía mi culito para
sentir la pera anal dentro de mí. Me encantan esos instantes en los que te
sientes cachonda perdida dentro de un sitio y la gente te mira sin saber el
calentón que llevas encima, mientras tu los miras y disfrutas por llevar algo
dentro del culito. Llegué, aparqué e hice tiempo, era temprano y mis nervios me
iban a volver loca. Cuando llegó la hora, piqué al porterillo. La voz que
ansiosa esperaba preguntó: “¿Quien es?”.
Yo respondí con un escueto y muy femenino: “Yo”.
El portal sonó para que yo lo empujara y abriera. Ya quedaba menos, ya quedaba
lo justo para poder volver a estar de rodillas ante aquel rabo que tanto me
había hecho soñar.
Al llegar a su piso, la puerta de
su casa estaba entreabierta. Me confié y decidí entrar hasta el salón; no había
nadie. Un poco confusa por la situación, pregunté: “¿Amor?, ¿dónde estás?”. Enseguida obtuve la respuesta, que venía
del cuarto de él, también con la entrada medio cerrada: “Estoy esperándote aquí. Entra en el baño, termina de acicalarte y
prepárate para lo bueno”. Sonreí pícaramente y corrí para entrar al baño,
abrí mi bolsa de deporte, me deshice de lo poco masculino que me quedaba, me
coloqué mi larga melena morena y me la peiné, me subí en mis tacones de 15 cm.
y comencé a maquillarme. Cuando terminé, me eché un profundo vistazo al
resultado final… estaba preciosa y por fin estaba preparada. Pensé: “Linda, la que se te viene encima. Sé una
buena puta y estate a la altura”. Normalmente nunca hacía este tipo de
reflexiones, de ponerme tan nerviosa y valorar la situación, pero creedme que
este macho merece muchísimo la pena. Me coloqué además una bata negra finita y
cortita de seda encima de todo el conjunto que os expliqué anteriormente, que
me iba a durar puesta bien poco, sólo para darle más morbo al encuentro con mi
hombre.
Por fin había llegado el momento.
Caminé lentamente hacía la puerta de la habitación, consciente de que el sonido
de mis taconazos iba a percatar a mi macho de que iba a entrar. Empujé la
puerta, entré y… no os podéis imaginar con lo que me encontré. En la cama de
matrimonio dónde habíamos echado ese tan recordado polvo estaba él tumbado en
boxers, con su cabeza apoyada en sus manos, mirándome y sonriéndome con
picardía. Hasta ahí todo normal, lo realmente sorprendente es que a su lado
estaba también tumbado un amigo suyo, en boxers también. Yo contemplaba
anonadada aquella escena. Evidentemente sabía que entre ellos no había pasado
nada, pero no entendía en que tipo de encerrona me había metido este hombre. “Siéntate, Linda” me dijo señalándome
los píes de la cama. Caminé, me senté cruzando mis largas piernas y lo mire con
un gesto entre serio y sorpresivo, esperando respuestas. Él inició la
conversación:
Chico: “¿Qué te parece lo que ves, putita?”
Linda: “No se, sólo que no me lo esperaba”
Chico: “¿El qué no te esperabas?”
Linda: “Pensaba que íbamos a estar solos”
Chico: “Esta vez no. Esta vez me apetece tener compañía”
Linda: “Me siento engañada”
Chico: “Vamos, zorrita. Son dos pollas para ti sola, así tienes que quedar
satisfecha”
Linda: “¿Él también me va a follar?”
Chico: “Claro putita ¿Para qué
está aquí entonces? Quiero ver como haces disfrutar a otra polla. No me dejes
en evidencia”