lunes, 27 de mayo de 2013

Martita, Una Mamada En La Discoteca

AUTORA: MARTITA CLOSET



Mi nombre es Martita, tengo 24 años, y soy una travesti de closet muy putita. Me encanta vestirme de nena y hacer cibersexo por Cam. Como algunos ya sabréis, hasta mi último relato apenas había salido a la calle vestida de mujer, y mi culito aún seguía hambriento de carne, puesto que, a pesar de haber tragado multitud de juguetes, nunca se había comido una pollita de verdad. De ahora en adelante intentaré contaros todas las experiencias que he vivido en estos últimos meses, que han sido bastantes.

Para los que no me conozcan, debo deciros que una de las razones por las que era tan reacia a salir vestida a la calle era que no me considero una travesti de closet especialmente femenina, pero desde que empecé a vestirme y mostrarme por Cam ya me di cuenta de que mi culo atrae a muchos hombres. No es un culito pequeño y arregladito como suele gustarle a la media, pero parece ser que hay bastantes machos que se mueren por unas caderas más anchas de lo normal y un culo redondo y relleno de carne que poder amasar bien.

Aquello que vengo a relataros en este primer relato de la “vuelta a la escritura” es, como ya dice el título, una mamada en los servicios de una discoteca. La verdad es que antes de esta experiencia, las únicas dos pollas reales que había probado habían sido la de una transexual a la que contraté y la de un conocido, a quien se la chupé en una fiesta de disfraces en la que ambos íbamos muy pedos (ambas experiencias ya han sido contadas en anteriores relatos).

Esta historia comienza bastante tiempo antes de esa noche en la discoteca. Como ya os he comentado, una de las cosas que más viciosa me pone es hacer sexo por la webcam. Desde que lo probé la primera vez, es algo que me vuelve loca perdida y saca la perra que hay dentro de mí, ya que eso siempre ha compensado mi desconfianza o vergüenza por tener sexo real. En el Cam me siento toda una mujer en celo que disfruta de su cuerpo, y me encanta probar nuevas vistas o posturas diferentes donde excitarme de otro modo o sorprenderme a mí misma, ya que me gusta mucho ir variando de “acompañantes”, luego para ellos siempre es nuevo.

sábado, 18 de mayo de 2013

Adela Parte 3

AUTORA: ADELA PASIVA




Después de la última y dolorosa experiencia, Adela se dedicó a mantener su gusto por travestirse en la intimidad de su casa. Se compro un par de pelucas, y ropa interior femenina, incluidos unos ligeros negros, para vestirse en casa y desnudarse ante la webcam delante de gente que conocía en el canal #travestis del irc-hispano. Le gustaba ver lo calientes que los ponía, como sus pollas iban creciendo con sus movimientos y palabras lascivas, y como terminaban pajeandose y soltando leche como surtidores, y todo a la salud de Adelita. También se compro un consolador rojo de unos 22 cm con los que disfrutaba en sus sesiones de Messenger.

Cierto día entabló conversación con un tal DieGozar. El chico resultó ser de la misma ciudad, se llamaba Diego, y tenía 20 años. Le atraían los travestis que son muy femeninos, y de internet se bajaba el material que podía, tanto en videos, como fotos. Solo había estado con un travesti, y fue de pago, y le gustó, aunque se sentía miedoso de que alguna vez se enteren sus amigos o familia.

Adela no le dijo que ella vivía en la misma ciudad, y le invito a su Messenger para poder hacerle un striptease a cambio de ver la polla del chaval. Pero antes de conectar la webcam, busco unas anchas gafas de sol por si Diego le conocía de vista al vivir en la misma ciudad, para que fuese más difícil que le reconociese. Y seguramente así hubiera sido, porque Diego resultó ser el hijo de los vecinos del tercero. Allí estaba Diego, en lo que parecía ser su habitación, con una camiseta roja de manga corta y unos pantalones verdes de chándal. Diego no pareció reconocer a su vecino tras el maquillaje, la peluca lisa pelirroja, y la blusa mostaza de botones.

-¡Que guapa que eres Adela! Un verdadero bellezón. Anda, se buena y levántate y date una vuelta para que te vea bien.
Adela se levanto, aparto la silla y se alejó para que la webcam recogiera por completo su esbelta figura, y sus muslos entre una minifalda azul y unas mini medias blancas.
-Mmm, que tipazo que tienes, nena. Me pongo caliente solo viéndote así. ¿Por qué no te subes un poco la faldita? Quiero saber de color son tus braguitas, si las llevas, jeje.
Adela dio la espaldas a la cámara, y se agacho manteniendo las piernas rectas, haciendo que la minifalda subiera y dejara al aire la parte inferior de sus nalgas, entre un tanga negro. Cuando se dio la vuelta, Diego tenía ya el chándal bajado y la polla en la mano, pajeandose tranquilamente. Era una polla gorda de unos 18 cm y muy roja.
-¡Uy, pero mira que tienes en la mano! Seguro que esta calentita. Me encantaría poder tocarla y ponérmela entra los muslos para sentirla palpitar...
-Seguro que sí. Ojala podría tenerte aquí a mi lado, te ibas a hinchar de polla si quisieras.
-Podrías tenerme a tu disposición si quisieras. Solo tienes que prometerme ser discreto.
-¿Cómo? ¿Qué quieres decir?
- Fíjate bien en mi cara, haz el favor. ¿No te suena? Soy *****, tu vecino del cuarto.
Diego se acercó a la pantalla y se quedó con cara de pasmado y sin saber que decir al reconocer a su vecino travestido, y darse cuenta que estaba con la polla en la mano delante de él. La erección el bajo de golpe.

viernes, 10 de mayo de 2013

Cd a La Fuerza

AUTORA: JENNY



Tenía 19 años. Quería ser hetero, y había tenido un episodio con una chica. Por "episodio" quiero decir que estuve con ella y no logré tener una erección, y ella me dijo que era un maricón y casi me pegó. Tras este hermoso "episodio", decidí probar algo diferente, y me fui a un cine porno, con una camiseta negra y un vaquero algo ajustado. Quería saber si resultaba atractivo para los hombres. En fin, que estaba hecho un lío. Llevaba media hora en ese cine y bueno, ponían una película porno. Lo típico. Salí a fumar (antes, se podía fumar dentro del cine aunque fuera de la sala) y me encontré con Armando, el vecino del primero, un tipo de unos sesenta años con pinta de obseso. Sonrió al verme y me habló al oído. Yo, al ver a alguien conocido, ya me había acojonado del todo. Me dijo "tus padres saben que eres una maricona?" y fue decirme esto y se me heló la sangre. Quedé como un autómata a su merced. Me dijo que me fuera con él y salí detrás, sin pensármelo.

Cuando llegamos a su casa vi que estaba divorciado. Decía a todos los vecinos que su mujer estaba de viaje, pero es evidente que se había marchado.
-Tienes la talla de mi mujer. Va a ser perfecto - dijo sonriendo.

Me llevó a su dormitorio y sacó del armario unas medias con liga incorporada, unas braguitas y un top, todo negro. Los puso sobre la cama y me dijo "Ponte esto y sal al comedor. No discutas o te cruzo la cara".

No lo pensé. No tenía opción y el miedo me atenazaba tanto que no me dejaba ni hablar. Me desnudé y dejé mi ropa en una silla. Me puse las braguitas, las medias y el top. Me miré en el espejo antes de salir. La sensación fue rara. Por un lado humillación. Me sentía totalmente ridículo así vestido. Por otro, me fijé en que las braguitas me hacían muy buen culo. Un bonito culo de chica. No tengo vello y estoy un poco gordito, así que mi trasero es bastante femenino. Yo nunca lo había pensado claro, pero con aquellas braguitas parecía realmente sexy. También mis piernas parecían muy de chica con aquellas medias.