miércoles, 5 de abril de 2023

El Club

 

AUTORA: Sandra Lizaldi

 

M y yo habíamos pasado una cena muy agradable además de un rato agitado y delicioso con su amigo A, quien no solo nos regaló la cena y los tragos, también un delicioso ménage à trois que terminó conmigo llena de leche tibia.

El trayecto de regreso al hotel charlábamos de lo rico que la habíamos pasado tanto en la cena, como en la oficina de A. Casi llegábamos al hotel cuando M dijo:

– Estás radiante, sería un desperdicio ir directo a la habitación, aún es temprano y quiero llevarte a un lugar que sé te gustará, vamos y si al llegar me dices que no quieres entrar damos media vuelta y regresamos al hotel. ¿Qué dices?

Lo miré un par de segundos, supongo que notó mi cara de sorpresa porque esbozó una sonrisa mientras retiraba un mechón de cabello que me había caído por un costado.

-¿A dónde quieres ir? Dime o no voy a ningún lado – respondí con mi mejor sonrisa y agregué –  ¡Mentira!, vamos a donde quieras, soy tuya esta noche y como dices, aún es temprano.


M pasó de largo el hotel y dobló hacia el centro de la ciudad. Estar así vestida fuera de una habitación me parecía demasiado, el corazón me latía muy fuerte, tanto que podía sentir los golpes en el pecho así que respire profundo tratando te controlarme.  El tránsito era lento pero constante, además la noche estaba hermosa por lo que continuábamos con el capote del auto abajo, no quería perder detalle ahora que podía verla como nunca lo había hecho; montada en un sexy vestido, con tacones altos y un maquillaje que me hacía lucía radiante, a bordo de un hermoso auto y al lado de un caballero que sabía cómo tratar a una dama.

Algunos minutos después llegábamos a un lugar con luces de neón rosa y azul iluminando la fachada, el edificio lucía antiguo y de mal gusto con ese barandal dorado y una enorme puerta giratoria en el centro; una alfombra roja, sucia y desgastada daba la bienvenida al lugar.
M detuvo el auto y me miró.

-¿Quieres entrar? – me dijo.

Antes de responder lo miré un par de segundos

– Aún no me has dicho dónde estábamos,- Es un club – me dijo y me guiñó el ojo.

Yo no podía dejar de sonreír, estaba en una especie de éxtasis pues varios de mis sueños y fantasías se hacían realidad en cuestión de horas, no negaré que estaba asustada y no sabía que responder, cuando un par de ideas me llegaron a la cabeza.

-¿Me trajiste a un lugar a bailar?
-Puedes bailar si quieres, esa sería tu decisión.
-Por eso, me trajiste a un lugar a bailar.
-Si quieres nos vamos.
-No no, entremos, podemos beber algo, como dices, que baile o no sería mi decisión.

M bajó del auto y le entregó las llaves a un señor de traje negro que esperaba pacientemente desde que nos habíamos parqueado, dio la vuelta, me abrió la puerta y me ofreció la mano para ayudarme a descender; subimos las escaleras tomados de la mano.

Al entrar me sorprendió el lobby del lugar, era un espacio relativamente pequeño, las paredes estaban pintadas de rosa pálido y el piso era negro lustrado; a la derecha había una cortina negra con brillantes y a la izquierda una puerta, un enorme sillón de gamuza negra con mesas a los costados decoraban el interior, la única iluminación provenía de unas lámparas con pantallas de cuentas de clores, sobre las mesas había ceniceros, encendedores  y revistas, de ahí en más el lugar estaba solo.

-Siéntate y espérame-  me susurró M al oído y desapareció tras la cortina.

Me quedé parda en medio del salón recorriéndolo con la mirada, el enorme cristal de la puerta del fondo era de espejo así que miré mi reflejo algunos instantes, en verdad me gustaba como me veía y me excitaba la idea de estar ahí parada en medio de ese salón y sin saber que era lo que me esperaba detrás de esa cortina, lo único que se me ocurrió fue coger una revista y sentarme a hojearla. El contacto de la gamuza con mis muslos me hizo estremecer, la textura era deliciosa e inevitablemente la recorrí con mis manos para sentirlo mejor, por unos instantes cerré los ojos y acaricié el enorme sofá mientras se erizaba cada milímetro de mi cuerpo, tal era el estado de éxtasis que ni siquiera abrí la revista, solo me senté y disfruté del sillón.

Aún seguía disfrutando de las texturas cuando M regresó.

-Ven – dijo M mientras ayudaba a incorporarme.

Tras la cortina había un pasillo largo y estrecho, el piso era transparente y unas luces azules iluminaban todo, al final salimos a un enorme salón casi en penumbra con una enorme barra en el centro donde algunos clientes compraban bebidas; unos cerveza, otros whiskey algunos más champaña. En un extremo había una zona con mesas y sillas, ahí había varias personas charlando y bebiendo, solo había visto hombres dentro del lugar.

Bajamos por unas escaleras y nos dirigimos hacia la barra; detrás de ella había dos cortinas grises y dos azules de cada lado. Los hombres compraban tragos y desaparecían tras de ellas o salían de ellas para comprar tragos y después ir hacia algún sofá a beber y tal vez escuchar algo de música de la rocola. Yo seguía curiosa pues seguía sin saber de qué clase de club se trataba.

-¡Dos copas de champaña! – dijo M y dejó un par de billetes sobre la barra.

Casi de inmediato el chico puso ante nosotros un par de copas de espumeante champaña, las burbujas características subían en un ritmo cadencioso que invitaba a beberlas, cogimos nuestras copas y antes de dar el primer sorbo M dijo:

-Hagamos un brindis.
-¿Por qué quieres brindar? – respondí.
-Brindemos por la noche, que sea inolvidable.

Chocamos las copas, sonreímos y las bebimos de prisa dejándolas sobre la barra, M tomó mi mano y desparecimos detrás de las cortinas azules.

Salimos a un pasillo gris con una serie de puertas a los lados, sobre cada puerta había un letrero luminiscente y las paredes estaban decoradas con carteles de películas, en la parte baja de algunos de los carteles se podía leer “PROXIMAMENTE”, en ese momento me di cuenta el tipo de club al que habíamos entrado, estábamos en un lugar donde se exhibían películas tres, cuatro y hasta cinco equis de todos tipos; desde simples parejas hasta orgías con múltiples participantes, todo era evidente en los carteles que explícitamente exhibían algunas de las escenas.

M se detuvo, soltó mi mano para alejarse un par de pasos y volteó a mirarme, yo estaba fascinada, mi estómago invariablemente estaba volando y mi corazón a punto de explotar.

De las otras salas salían hombres y me miraban con morbo, desnudándome con la mirada, algunos incluso me decían obscenidades al pasar a mi lado, yo estaba excitada, maravillada y feliz, sin embargo los nervios y el miedo continuaban.

-Elige la sala, te sigo, ¿o prefieres que nos marchemos? – dijo M y mientras me recorría con la mirada.

No respondí, solo caminé rumbo a las salas. Mientras lo hacía meneaba un poco de más las caderas, intentando dar pasos cortos y lentos para que pudiera mirarme lo que quisiera, y de paso, quien quisiera.

M me seguía a distancia deleitándose con el bamboleo que intencionalmente le imprimía a mi caminar, andaba despacio por el pasillo mirando los carteles y las luminarias sobre las puertas buscando un título interesante, al fondo del pasillo uno llamó poderosamente mi atención y hacia ahí me dirigí. Abrí la puerta y al voltear a ver a M pude ver que tres tipos estaban parados detrás de él mirándome y sobándose el pantalón.

Solo se me ocurrió sonreírles y guiñarles el ojo antes de entrar en la sala.

Cuando entré una hermosa rubia con un vestido rosa de red se metía una enorme verga por la boca mientras un par de negros la follaban por detrás en una deliciosa doble penetración, un negro más acercaba su verga a los labios de la rubia y esta alternaba de una a otra mientras era fuertemente follada por los dos sujetos.

La sala estaba casi vacía, solo había algunos espectadores que estaban sentados lo más lejos posible uno del otro, todos se estaban masturbando sin dejar de mirar fijamente la pantalla, bajé algunos escalones y entré en una serie de asientos en la parte central de la sala, delante de mí había asientos vacíos y en la parte trasera había un pasillo, me senté al centro y M se sentó a mi lado, los sujetos que entraron detrás de él se sentaron esparcidos pero cerca de nosotros, cuando terminé de acomodarme conté a los presentes, conmigo éramos diez. Estaba muy nervosa como para poner atención a la pantalla y miraba en todas direcciones cuando sentí la mano de M recorrer mi muslo izquierdo y sus labios mi cuello, cerré los ojos y lo dejé tocarme y besarme, todo el miedo que tenía al entrar se había transformado en excitación, el mundo dejó de existir por un momento.

Cuando abrí los ojos un chico estaba parado tras de mi con su caramelo de fuera y a mi lado derecho un par de asientos más allá, estaba otro sujeto también con su caramelo en la mano, ambos parecían estar más interesados en mí que en la película pues no dejaban de mirarme y masturbarse levemente; la posición de los asientos permitía que el caramelo del chico que estaba detrás quedara prácticamente en mis mejillas, tenía ganas de tomarla con los labios y comenzar a chuparla, M se dio cuenta y quitó el brazo del sillón que nos separaba, casi de inmediato saqué su caramelo de entre su pantalón, al liberarlo me encontré con una fuerte y deliciosa erección, tenía nuevamente frente a mi ese delicioso caramelo y le di un par de chupadas pero para hacerlo con más facilidad me levanté, me puse de rodillas sobre el asiento y me incliné para disfrutar de esa delicia. Unos instantes después sentí como deslizaban mi vestido hasta dejarlo en mi cintura y unas manos me recorrían el cuerpo, las de M no podían ser porque él me sostenía la cabeza pero me dio igual, solo quería deleitarme así que continué mamando el caramelo de M mientras nuestros compañeros de sala me acariciaban las nalgas, las piernas, los muslos y otros más por mi entrepierna, algunos retiraron la mano de inmediato cuando sentían lo que ahí había pero no faltaba otra mano que ocupara ese lugar.

No sé cuánto tiempo después me incorporé y comencé a mamar la primer verga que me encontré, no me importaba, lo único que quería era mamar la mayor cantidad de vergas posibles, me sentía toda una puta y quería disfrutar al máximo, M me miraba y sonreía, sin dejar de tocarse, cuando me di cuenta tenía varios extraños al rededor mío, todos con la verga de fuera y masturbándose esperando su turno para sentir las caricias de mis labios y mi lengua.

Mientras mamaba tenía una verga en cada mano, masturbando a todo aquel que lo deseara, en ese momento cualquiera podía gozar de mis caricias, podía ver como M gozaba viéndome disfrutar de cualquiera que se me acercara.

-Voltéate – dijo M de manera inquisitiva.

Obedientemente lo hice, di media vuela quedando de espaldas a M, por lo que era libre de jugar con mi culito o con lo que él quisiera; instantes después sentí como varias manos recorrían mis nalgas y como hacían a un lado el hilo de la tanga para comenzar a lamerme, no supe quién comenzó, estaba muy ocupada disfrutando de un par de vergas que tenía ante mí; unos instantes después sentí una verga deslizarse entre mis nalgas, sentía como intentaba penetrarme sin conseguirlo hasta que un par de manos abrieron un poco mis nalgas, ahí pude sentir como poco a poco se deslizaba dentro de mi entrando hasta las entrañas, una vez dentro tardo un par de segundo en comenzar a moverse, yo estaba en un éxtasis total y mamaba y masturbaba a todos por igual, mientras sentía los embates de quien me estuviera poseyendo por detrás, repentinamente paró y pude sentir como una verga más gruesa aunque más corta se abría paso, por un momento sentí como si me partieran el culo pero el dolor era soportable y a la vez delicioso, después de un par de embistes sentí como salía para correrse sobre mis nalgas y después otro ocupaba su lugar poseyéndome.

Mis gritos y gemidos se confundían con los de la película, a estas alturas había perdido la cuenta de cuantos me rodeaban pero eran bastantes, algunos se paseaban por el pasillo completamente desnudos esperando su turno para penetrarme, ya fuera anal u oralmente. Poco a poco cada uno de mis amantes desconocidos fueron terminando, unos se corrieron en mis manos, otros en mi rostro, algunos más sobre mis nalgas y otros dentro de mi culito pero el único que se corrió en mi boca fue M.

Cuando nos quedamos solos me tumbé en los asientos, estaba exhausta después de tanta acción, me dolían los muslos, las mejillas, las cintura, el culo y me urgía darme un baño tibio e irme a dormir, M me miraba con una enorme sonrisa mientras me masturbaba ya que a pesar de haber tenido varios orgasmos mientras me penetraba esa sucesión de extraños aun no me corría así que M me ayudó y unos instantes después terminaba sobre mi abdomen, M levantó un poco de mi leche con el dedo y lo llevó hasta mis labios, instintivamente abrí la boca y lo chupé, la película terminaba y las luces comenzaban a encenderse en la sala, señal que la función había terminado y era hora de partir, la sala estaba vacía a excepción de nosotros así que nos limpiamos un poco, arreglamos nuestras ropas y salimos en silencio.

-¿Dónde está el baño? – Pregunté – necesito arreglarme el maquillaje.

M me tomó de la mano y me llevó al sanitario que quedaba del otro lado de la barra, tras las cortinas grises.

Entré al sanitario y las piernas aún me temblaban por lo que me senté en un inodoro, una sensación de euforia y felicidad me envolvió, había hecho muchas cosas impensables esa noche, ¡Y como me había divertido!, salí del privado y me miré en el espejo, el maquillaje era un desastre y aún tenía restos de la leche de mis amantes desconocidos así que me apresure a arreglarme lo mejor que pude y una vez lista salí, M me esperaba con una sonrisa y dos copas de champaña en la mano, me acercó una cuando estuve a su lado.

-¡Por la noche! – me dijo y chocó su copa con la mía
-¡Por la noche! – respondí y apure la copa de un trago.
-¿Nos vamos? – dijo M y me ofreció su brazo, metí mi brazo y salimos del lugar.

La noche había enfriado y caía una leve llovizna, el Audi de M estaba en la puerta y el mismo hombre que nos había recibido estaba parado en la puerta, al salir le dio las llaves a M y bajamos lo más aprisa posible. El camino de regreso al hotel fue muy breve y hablamos muy poco, al parecer a ambos nos daban vueltas en la cabeza las imágenes de lo que acababa de suceder y preferiríamos no interrumpir nuestros pensamientos, solo nos  mirábamos y sonreíamos.

Apenas llegamos a la habitación comencé a desnudarme, me urgía bañarme así que me dirigí de inmediato a la regadera, minutos después M entraba detrás mío abrazándome por detrás besándome el cuello, pude sentir entre mis nalgas la erección de su enorme y delicioso caramelo, eso me excitó así que deslicé mi mano por detrás para acariciarlo, después me voltee y de rodillas  comencé a lamerlo desde la punta hasta llegar a la base, lamía sus testículos y nuevamente subía hasta el glande, me encantaba recórrela entera.

Dentro de la regadera había una especie de banca así que lo senté ahí, me subí a horcajas y comencé a meterme poco a poco su enorme miembro, podía sentirlo como entraba y como me inundaba de placer el sentirlo por completo dentro de mí, después de algunos minutos nos corrimos al mismo tiempo, quedamos abrazados unos instantes disfrutando de nuestro orgasmo.

Terminamos de bañarnos y salimos de la regadera directo hacia la cama, nos acostamos, me abrazó por detrás e instantes después me quedé profundamente dormida.

A la mañana siguiente estaba sola en la cama, había un desayuno en la mesa y una nota en la almohada.

“Gracias por la noche, espero podamos repetirla. “ M

Sonreí, cerré los ojos y volví a dormir un rato, todavía me sentía muy cansada, después de todo, había sido una noche muy intensa. ¿No les parece?


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