domingo, 26 de marzo de 2023

Encerrada en Saga Falabella Parte 2

 

AUTORA: Mary Sandoval

 

La masculinidad del guachimán fue tan contundente y me sometió de una manera que jamás creí que sucedería, que había olvidado a Sandra. Fue como estar en un sueño. Primero mi inocente visita a la tienda para ver ropa de mujer, luego Sandra descubriéndome. O sea una mujer descubriendo a la mujer que había en mí. Mi repentina entrega al juego, a esperar en el vestidor a que me traigan un vestido y estar allí, en secreto, mientras otras mujeres se probaban la ropa muy cerca a mí. Al final toda la tienda para mí solita. Las misteriosas luces. Todo parecía estar como si en cualquier momento llegaran los clientes y me verían así, como una lady.

Esa era la única explicación posible a mi entrega incondicional a ese guardián. Yo había imaginado muchas maneras de revelarme como mujer, pero ninguna se parecía a la que estaba viviendo.

¿Dónde estaba Sandra?

Esa pregunta dejó de perturbarme cuando el guachimán me cogió el trasero mientras me besaba. Yo me colgué de su cuello mostrándole mi aceptación a esa cogida. Su miembro viril estaba muy cerca de mi ombligo y algo lejos de mi pequeñísimo pene, pero él me levantó hasta que nuestros penes quedaron uno al frente del otro. Pero llamar pene a lo que yo tengo, y especialmente cuando hay una tremenda cosa dejándolo en ridículo al pobrecito, es algo injusto para el significado de esa palabra. Lo de él era un verdadero pene, lo mío es (y lo digo con plena consciencia de que me encanta el sometimiento de mi pene tanto como el de mi propia alma) apenas un clítoris. Su pene se pone aún más duro al hacer contacto con mi cosita, se mete por mi calzóncito como una serpiente acechando a su presa. Yo casi puedo ver con mi imaginación esa escena, como una película con efectos especiales. Una serpiente gruesa y poderosa busca una víctima para darle caza, para someterla. Esa cosita que está allí abajo es como si fuera yo y la portentosa mole de carne de él es como el propio guachimán que no para de besarme. Y mi cosita, totalmente flácida (como imaginé muchas veces que estaría, para ser más una mujer), de pronto se apodera de mi sistema nervioso y me envía señales de placer y de locura femenina. Acaba de erectarse, pero sigue siendo una cosita pequeña y delgadita. El pene del guachimán ocupa todo mi underwear y mi cosita trata de esconderse inútilmente. Su pene ha descubierto a mi feminidad expresada en mi cosita y lo inunda de sus jugos pre coitales. Yo, mujer absoluta, la del trasero envidiable, la de las piernas torneadas, la que se viste tan deliciosamente que los hombres se vuelven locos al verme; yo, la loca que está entregada a esta alucinante sesión sexual, no puedo más y me vengo mojando aun mas toda mi zona genital. Su pene acaba de recibir mi semen, pero yo no lo siento de esa manera, yo alucino que estoy lubricándome para su penetración…


Y él, al sentir mi excitación húmeda, me voltea poniéndome boca abajo. Mi penecito está en su boca. Y él me lo chupa con voluptuosidad. Tan sensible como estaba mi cosita después de la eyaculación, su lengua me vuelve loquita chupándome mi clítoris. Gritaba de placer, cuando mis labios sintieron que su enorme, húmedo, duro y absoluto PENE chocó contra ellos y se metió y me invadió, tal como lo había hecho antes con su lengua, pero esta vez era algo que no me dejaba ni hablar. Mi boquita quedaba justa para el diámetro de su miembro, que ya entraba y salía a su antojo. Tosí. Y lo hice porque me estaba atorando con una eyaculación tan violenta y abundante que hasta me salió su semen por la nariz. Luego de expulsar sus líquidos calientes y pegajosos, seguí chupando su pene, lamiendo lo que aún seguía saliendo de allí. El guachimán me llevaba hacia la zona de las camas, y cuando llegamos me volteó de nuevo. Al separarme de su pene que estaba en mi boca, yo me sentí vacía de él, sin nada que me penetre.

Pero una vez puesta sobre la cama, con el vestido completamente arrugado y con las piernas abiertas, un deseo desesperado se apoderó de mí. Mi culito latía y hasta creo que se lubricaba solito. Entonces supe que la hora había llegado, que mi virginidad se perdería allí con un hombre que nunca conocí, pero que ya sentía como mi marido…

Echada en esa cama tuve un momento para la reflexión. Hace pocas horas yo nunca había salido vestida a la calle. Fui a la tienda sólo para mirar ropa de mujer e imaginar que me probaba la ropa y la compraba. Todo había sucedido tan rápidamente. Hasta ayer todo esto era mi secreto mejor guardado. Ni siquiera había tomado en serio la idea de tener sexo con un hombre. Claro que siempre lo imaginaba. Soñaba que mis compañeros de colegio me obligaban a vestirme en el salón de clases y que me humillaban. Pero era sólo una fantasía que nunca creí que sería posible.

Ahora me doy cuenta que de tanto estar en el Facebook haciendo el papel de nena es fantasía se ha transformado en realidad. Las últimas semanas agregué a varios chicos y tuve unas conversaciones bien calientes. Me sentí tratada como me gusta, a veces como una dama y otras veces como una puta. Los chicos me mostraban sus penes por la webcam y yo en mi locura femenina acercaba mis labios a la pantalla y chupaba esos miembros. Hablaba sólo con chicos que no fuesen de mi ciudad, ya que me aterraba la idea que me descubran. Siempre tuve mucho cuidado, pero una vez hubo un chico con una foto de perfil muy excitante. Tenía el pecho descubierto y lleno de pelo. Pidió mi amistad con un mensaje así: “Me gusta tu femineidad. Eres la más mujer de todas las que he tratado por este medio. Quiero conocerte”. Yo lo acepté sintiéndome más mujer que nunca.

Inmediatamente me pidió webcam. Y yo que nunca me había mostrado vestida en la cámara, no dudé en maquillarme, ponerme una peluca y vestirme como siempre lo hacía. Sólo que aquella vez me iba a inaugurar como una dama exhibiéndome ante alguien que no conocía.

Me dijo que era mexicano. Y en la webcam sólo puso su enorme miembro. No me dejó verle la cara. Reconozco que a pesar de que me encantaba mirar su pene, quería ver sus ojos mirándome con deseo. Quería ver esos labios moviéndose mientras me decía obscenidades. Me levanté el vestido, me bajé el calzón, le mostré mi orificio con la ilusión de que me penetre algún día y le dije las cosas más atrevidas con mi voz más femenina. Era injusto que yo le muestre todo y que él sólo me brinde su pene húmedo, pero no se rindió a mis súplicas y no vi su rostro. Me prometió que estaría al día siguiente conectado a la misma hora y que entonces vería su rostro y luego se fue.

Una hora antes de la hora indicada lo esperé con ansiedad. Y dos horas después todavía él no llegaba. Me plantó. Eso ocurrió hace tres días. Y creo que esa conducta mía con él ha sido lo que me ha llevado a estar así ahora. El guachimán es un desconocido. Sandra también lo es. Y ante ellos es como si estuviera frente al mexicano. Siento que dejo salir mi personalidad femenina sin poner en riesgo mi rol de varoncito ante la sociedad. Claro que en pocos minutos he ido demasiado lejos.  Ahora entiendo que ellos no guardarán mi secreto. Sospecho de Sandra. ¿Por qué se tarda tanto? Yo que estaba dispuesta a que el guachimán me penetre, ahora ya no. Me ha dado miedo. Entonces corro hacia el probador en busca de mi ropa de hombre, pero una vez allí no encuentro nada. Mi ropa había desaparecido.

Entonces el guachimán me alcanza y ante mis reclamos por mi ropa, él sólo me toma con fuerza y me besa. Es inútil que me resista. Es muy fuerte. Entonces le suplico que ya no me someta, que tengo miedo, que estoy asustada.

Me lleva a la parte de las computadoras y me dice que quiere que me deje ver por la webcam en el Facebook, pero que me arregle lo mejor que pueda, que allí hay vestidos muy bonitos y que quiere verme frente a la computadora vestida primorosamente.

Le digo que me parece muy sospechoso que me pida eso, que cómo sabe él que yo uso la webcam por el Facebook. Él me responde que “todas las travestis de closet como tú tienen Facebook y allí se realizan como mujeres. Eso no es ningún secreto”.

“¿Después que haga eso, me devolverás mi ropa?”, le pregunto.

“Sí, te lo prometo, pero compláceme. Me excitará verte inclinada frente a la computadora”.

Le respondo que ya, pero que no tendremos sexo. Y él me dice que sólo quiere masturbarse mientras me ve. Y yo, estúpida, le creo y me dirijo al probador con un cerro de ropa.

Ya vestidita, me vinieron de nuevo mis locuras femeninas. Entro al Facebook con la esperanza de encontrar al mexicano. Y ante mi sorpresa, lo veo allí otra vez. Simulo estar molesta por el plantón de hace días y le reclamo en el chat. Él me pide webcam y allí poco a poco paso de molesta a sumisa. Le cuento lo que me está pasando en la tienda. Entonces el guachimán se acerca por atrás y me toma de la cintura. El mexicano mira eso y me pide que lo haga con el guachimán. Yo aprovecho y le pregunto si esta vez me mostrará su rostro. Él me asegura que si, que lo hará apenas me vea penetrada por el guachimán.

Eso era una tentación muy fuerte. Por un lado el guachimán con toda su enorme verga amenazando acabar con mi virginidad y por el otro el mexicano, que me intrigaba mucho, por su rostro desconocido.

Entonces me bajo el calzón con los movimientos más femeninos de mi vida. Me inclino frente al guachimán y se la chupo pidiéndole que me aplique bastante lubricante en mi orificio.

Unos segundos después, yo estoy retorciéndome de placer con una buena parte de su miembro invadiendo mi territorio anal y poseyéndome de una manera tan loca que me hace gritar con una voz aguda, tremendamente femenina

No hay comentarios:

Publicar un comentario