miércoles, 29 de marzo de 2023

El Harem 3: Cena y partida de cartas

AUTORA: Tatiana Lopez



Cuando volví a la cocina, las demás habían comenzado a montar la mesa donde iban a comer los amos. Entre todas enseguida quedó dispuesta, permaneciendo todas al fondo de pie, esperando que llegaran, en la misma formación que al principio. Entraron los dueños y apresuradamente nos dispusimos a mover su silla para facilitarles sentarse. Cada una teníamos la obligación de servir a su amo respectivo. Cuando me arrimaba a servir a mi amo Said, éste me cogía por la cintura y bajando su mano hacia mi culito, intentaba penetrar con sus dedos mi coño, una y otra vez, mientras le servía comida o bebida, poniéndome a mil y en un compromiso, puesto que al sentir sus dedos hurgar en mi agujerito, temía no poder cumplir bien con mi tarea de servicio y derramar bebidas o comidas.

Los amos hablaban de sus negocios. Hamtum, llegó a preguntar a Musa sobre dos esclavas que le vendió hace unos años, eran dos de las diez que trajo a esta casa desde el norte de África. Musa le respondió, que las tuvo en su cuadra dos años aproximadamente y que hace un tiempo, una la cambió por una rusa a unos bielorrusos, y la otra, se la vendió a los mismos y que ambas, los bielorrusos, las tenían trabajando ofreciendo sexo, en un polígono de Madrid.

Mustafá mí amo verdadero, se interesó por la conversación y preguntó a Musa por cómo se comportaba la rusa que había adquirido, contestándole Musa “que bien, que pese a que vienen domadas y feminizadas, hay que obligarlas en algunas costumbres, pero que a él le trabajaba bien” y tras un rato de silencio apostilló “tenemos que ir acostumbrándonos a dejar de traer yeguas marroquíes, como estamos haciendo, hay que llenar las cuadras de yeguas españolas, como estas que hoy nos sirven, yeguas europeas, ucranianas y rusas…., porque estas son más fogosas, cumplen muy bien con su trabajo y son muy obedientes, más que las que traemos del norte de África, que muchas vienen contra su voluntad y hay que castigarlas continuamente para que entiendan”.


Hatim preguntó si había mercado suficiente y Musa dijo “que sí que mucho, que de traer chicas de Europa y países del éste, se encargaban los bielorrusos, rumanos y checos, que solían traer de sus países yeguas ya feminizadas y domadas, listas para el servicio”. Preguntándole uno de los amos, que si no se encarecerían los costes por la gestión de los intermediarios, a lo que Musa contestó “que por supuesto, pero merecía la pena por la calidad de la mercancía que ofrecían”.

Mi verdadero amo Mustafá, en este momento de la conversación señaló “que por qué no se ponía la mirada, principalmente en las españolas, ya que estaban aquí mismo y eran más asequibles y fáciles de conseguir, puesto que además, muchas de los putos mariconas de aquí, se nos ofrecen ellas mismas de forma continua y voluntaria, porque anhelan estar al servicio de un árabe y disfrutar de los miembros desmesurados que todos tenemos, existiendo un gran ofrecimiento de bellos cuerpos de mariconas esclavas españolas, que se pelean entre ellas, por ser usadas y estar al servicio de un amo como nosotros. No hay nada más que ver el gran número de ofrecimientos gratuitos por parte de estas esclavas feminizadas españolas, que todos los días podemos constatar en algunas páginas de internet…, pudiendo así, ir satisfaciendo nuestras necesidades. No nos están sirviendo bien, estas siete yeguas españolas que hoy aquí tenemos?” terminó preguntando y ahí quedo la cuestión.

Tras la comida, entre las siete esclavas recogimos enseguida y nos dimos un retoque para seguir estando guapas, ordenándonos acto seguido Hadifa, que volviéramos todas al salón, donde los amos se disponían a jugar a las cartas. A mí me dijo que esperara.

Al rato se presentó con un plug bastante grueso, con colita de zorra y me dijo “ponte esto, lo quiere tu amo, para que dilates un poco, no quiere hacer una carnicería en tu coño cuando te folle”. Me ayudo a ponerme el plug Hadifa y así hicimos acto de presencia en el salón. Dirigiéndonos a donde se hallaba Said, Hadifa dándome la vuelta para que él viera mi culito, le pregunto: “Amo así quería usted a su esclava”. Preguntando Said “de cuanto se lo has puesto”, contestando la vieja esclava “de 6 centímetros amo”, respondiendo éste “está bien” y dirigiéndose a mí me ordenó: “debajo de la mesa cerda, entre mis piernas y ya sabes a hacer el trabajo que como puta y esclava, te corresponde…putón”.

Hice lo que mi amo me ordenó y estando de rodillas agazapada bajo aquella mesa, comencé de nuevo mi trabajó de mamona, observando desde allí al tener casi todos sus chilabas abiertas, las pollas de casi todos los amos, todas enormes ejemplares que me hacían salivar de gusto.

Con aquel plug en mi coñito, comencé a lubricar un montón. Me dio un patada mi amo en el muslo y me dijo “putón a que esperas…, chupa ya la polla de tu amo esclava imbécil”. Por lo que comencé rápidamente a chupar sus huevos, mientras con mi mano derecha comenzaba a masturbar su pollón.

Cuando se le estaba poniendo morcillona, mi amo me dijo “esclava metete el rabo en tu boca que voy a mear y no quiero ir al wáter, espero que te tragues todo y que no desperdicies ni una gota, guarra, porque en otro caso, atente a las consecuencias…”. “Si mi amo” conteste desde debajo de la mesa de forma muy sumisona.

Seguidamente tras introducirme aquel vergón en mi boca, comencé a notar su néctar calentito depositarse sobre mi lengua y paladar, tragando rápidamente aquel caudaloso y sabroso líquido que sabía a gloria, su calor me llegó hasta mi estómago totalmente vacío, sintiendo como me reconfortaba. Su meada estaba riquísima. Cuando terminó de echar aquel exquisito caldo, con mi lengua tuve que lamer todo aquel grueso capullo circuncidado, hasta que no quedó ni rastro de orina. Mi amo, metió la mano bajo la mesa y dándome un cachete afectuoso en la parte izquierda de mi cara, me dijo “que buena puta eres… de las mejores yeguas que he tenido entre mis piernas, tragas mejor que un wáter…sigue así putón, ahora a mamarla, mamona, y hazlo bien, con mesura y delicadeza, guarrona…”.

Con aquel plug que llevaba puesto que cada vez que me movía me llegaba a lo más hondo, el calor que hacía allí debajo de aquella mesa, el olor a morazo rico que aún se acentuaba más al estar en una posición inferior, entre las piernas de todos ellos, sumida bajo aquellas chilabas abiertas dejando ver aquellos manjares, y además, el olor a putita que se dejaba apreciar, pues a Melisa, Esther y Sara, también las habían mandado allí debajo, para dar servicio con sus bocas a sus respectivos amos; todo aquel ambiente, me estaba poniendo tan caliente que no podía ya soportar las ganas de ser follada.

Las cuatro esclavas, estábamos allí debajo de la mesa, comiendo celosamente los rabos de nuestros amos. Aquella imagen calentaba a la más fría de las esclavas, por lo que no puede evitar con mi mano izquierda, empezar a tocar a Esther, sin que ella dejara su trabajo, pellizcándole su tetita derecha y dando pequeños sollozos de gusto cada vez que oprimía su pezón. En vista de ello, sin dejar yo de comer la polla de mi amo, por señas le indiqué que me acercara su coñito un poco y comencé a meterle dos dedos de mi mano izquierda, que al rato, le hizo gozar como una perra, salivando tanto que le chorreaba por la barbilla su saliva e impregnaba el rabazo que lamia como una loca.

Mi amo, no llegaba a correrse, quizá por la excitación de la partida, pues se jugaban entre Fadel y él, sus esclavas, osea Fadel a Esther y mi amo Said, a mí. Ellos a lo suyo y nosotras a lo nuestro. Cuando estaba Esther a punto del clímax, mi amo me dio una fuerte patada y levantándose le oí decir “campeón…tengo que follarme a tu esclava…así que tráela para acá que la voy a preñar…”. Vi como Fadel daba otra fuerte patada a Esther y le ordenaba que saliera de debajo de la mesa y que se fuera con mi amo Said, yendo ya pre calentita por las caricias que yo le había regalado.

Mi amo, me ordenó que saliera de debajo de la mesa y dirigiéndose a mí me dijo: “coge a esa puta esclava, la llevas a mi habitación y me la preparas que la voy partir el coño bien duro, hasta que la preñe…”. Le pregunté a Hadifa que cual era la habitación de mi amo y me dijo que la numero 3. Subimos arriba y allí a solas con Esther, la bese en la boca recordándole lo bien que estaba pasándoselo cuando le estuve metiendo dos dedos en su coño, mientras terminaba de lubricar su chochito, en aquel culazo perfectamente femenino que tenía aquella zorra, introduciéndole el plug que yo portaba porque comprobé que no dilataba mucho, la maquille un poquito y la puse guapa. Yo también me di un retoquito, por si pillaba algo.

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