sábado, 1 de julio de 2023

La Playa 2

 

AUTORA: Sandra Lizaldi

 

Salí del baño y vacié el contenido de la maleta sobre la cama para elegir el atuendo de esa noche, me decidí por un mini vestido negro de licra y un conjunto de encaje negro, aparté mi biquini plateado, unas sandalias también plateadas y un pareo blanco. Ya quería estar en la playa, el clima estaba muy agradable, el sol delicioso y además estaba de vacaciones así que me arreglé lo necesario, tome una de las toallas del hotel, la enrollé para que cupiera en la bolsa de loneta blanca que traía con ese propósito, me ajusté los lentes y salí de la habitación.

Antes de bajar a la playa pasé por la recepción a comprar algo para beber además de bronceador y un sombrero rosa de ala muy ancha que alcancé a ver cuando me registré, quería dar una vuelta por la playa antes de regresar para comer algo, por fortuna el hotel contaba con un restaurante bar a pie de playa bastante lindo.

Una vez que mis pies tocaron la arena me sentí más relajada, avancé hasta llegar a la orilla del mar, el agua estaba tibia y se sentía deliciosa. Recorrí la playa entera y solo vi a un par de personas tomando el sol, al fondo había unos camastros y sombrillas sin embargo el lugar no funcionaba en  esta época del año por lo que decidí regresar, puse la toalla en una de las sombrillas más cercanas al acceso de mi cabaña y me dispuse a tomar el sol un rato mientras leía, al fin tendría la tranquilidad que necesitaba.

 

 

Un rato después, comenzó a darme un poco de hambre por lo que regresé a mi cabaña, pedí un plato de frutas, una mimosa y papas a la francesa. En lo que llegaba volví a meterme en la ducha, el calor me hacía sudar mucho y quería refrescarme un poco, terminé de bañarme y me puse una pequeña bata rosa que llevaba, envolví una toalla en mi cabeza y me dispuse a poner todo de vuelta en la maleta cuando tocaron a la puerta; enorme y grata fue mi sorpresa cuando me percaté que quien llevaba mi comida era el mismo chico de sonrisa encantadora que había visto en el aeropuerto.

– ¡Hola! Adelante, muchas gracias, ¡Qué bueno que no tardaron, moría de hambre! ¿Cómo te llamas?
– N – me respondió mientras sonreía y me giñaba un ojo, en verdad tenía una hermosa sonrisa y lo sabía.

Una idea bastante divertida comenzó a surgir en mi cabeza mientras lo miraba vaciar su charola sobre la mesita que llevaba para ese fin.

– ¡Olvidé pedir una bebida! Porque la mimosa se disfruta sola ¿Tú qué opinas? – Le dije mientras recogía la ropa que aún estaba sobre la cama, agachándome de tal manera que la bata subiera hasta la mitad de mis nalgas. Podía sentir su mirada recorriéndome.

– Nunca he probado las mimosas, no sabría qué decirle – me respondió un poco apenado tratando de disimular la erección que empezaba a abultar su pantaloncillo blanco.
– ¡Qué mal eso eh! ¿Te puedo encargar a ti la bebida? ¿Me traerías una coca muy fría y otra mimosa? – le dije mientras bajaba lentamente la mirada desde sus ojos, deteniéndome en sus labios hasta llegar a la prominencia que continuaba creciendo.
– Enseguida, ¿Se le ofrece algo más?
– Por el momento no N, muchas gracias.
– Con permiso – dijo dando la vuelta cerrando la puerta tras de si.

Me puse la lencería, me calcé las zapatillas que llevaba y me volví a poner la bata en lo que regresaba N con la bebida. Unos minutos después escuché como tocaban a mi puerta, mi corazón saltó en ese instante; me levanté de la silla y caminé despacio pero decididamente hasta la puerta, abrí y ahí estaba N con las bebidas en una charola.

– Adelante guapo – le dije guiñándole un ojo – pon las bebidas sobre la mesa.

N entró y cerré la puerta tras de él, lo seguí con la mirada mientras caminaba hacia la mesita, traía un short a medio muslo. No me había dado cuenta de que tenía piernas musculosas y unas nalgas duras que se marcaban bajo la breve tela del uniforme blanco; me mordí el labio inferior solo de imaginármelo.

– ¿Estás muy ocupado o puedes beberte una mimosa conmigo? – le dije.
– Un poco, hoy regresé de vacaciones y tengo un poco de trabajo atrasado, además no ha llegado mi compañera así que estoy solo en el room service, afortunadamente hay poca gente si no, no podría ni charlar con usted.
– Dime Sandy – le respondí mientras caminaba hacia él con ambas copas de mimosa en las manos y le ofrecí la recién traída – Anda, solo cinco minutos, bébete la copa conmigo, sirve que te refrescas.

N aceptó la copa y brindamos de pie, le dimos un trago a la bebida.

– ¿Qué te pareció, te gustó?
– Si, está muy rica, jamás la había probado.
– Ven, vamos a sentarnos en lo que te la terminas – le dije mientras le tomaba la mano y lo guiaba hasta la cama; N se sentó, me senté a su lado y le dimos un trago más a nuestras copas.
– ¿Conoces algún lugar para ir esta noche? Es que ¿sabes? Llegué hace unas horas para pasar unos días y me gustaría conocer la vida nocturna del lugar.
– ¡Claro! Hay algunos lugares muy lindos solo que ninguno está cerca, la mayoría están como a 10 o 15 minutos en coche de aquí ¿Viniste en coche?
– Genial, quiero conocerlos todos. No, tomé un taxi en el aeropuerto, de hecho fue el taxista quién me trajo, quedó de regresar por mí al rato para ir a algún lado y me gustaría escuchar sugerencias.
– Hay un lugar pequeño pero muy agradable, es una pizzería uruguaya que está a pie de playa, está en playa Ballenitas, como a 10 minutos de aquí. Se come delicioso y todo lo preparan ahí mismo, incluso la cerveza y el whisky, es un lugar que vale la pena visitar, pero cierran temprano; es una muy buena opción para cenar.
– ¡Fantástico! Quiero conocerlo, ¿Me puedes llevar? Vamos a cenar y de ahí vamos a otro lado.
– Hoy no puedo, termino después de las diez y mañana empiezo a las cinco de la mañana, podríamos ir el miércoles, descanso el jueves y me puedo desvelar.
– Perfecto – le dije mientras ponía mi mano sobre su muslo y le daba un trago a mi mimosa.

N me miraba y se notaba nervioso, tomó su copa y le dio un trago largo.

– Me tengo que ir – me dijo – muchas gracias por la mimosa y nos vemos, cualquier cosa que necesites solo marca cero.
– ¿Cualquier cosa? – dije de manera coqueta.
– Si, lo que quieras.
– Ok, te creo, gracias y nos vemos pronto.

N se puso de pie, al hacerlo pude notar como sobresalía un bulto a la altura de mi rostro ya que yo permanecía sentada, debido a su tamaño no podía apartar mis ojos de aquel paquete que suplicaba por salir de aquella prisión de tela y me llamaba a ser su liberadora. N se dio cuenta y dio un paso hacia atrás; de inmediato, se llevó la charola hacia el frente intentando cubrirse y con una voz temblorosa y un enrojecimiento que le llenaba las mejillas se despidió. Para relajar un poco el ambiente le sonreí.

– No pasa nada, tú relájate.
– ¿Perdón?
– No tienes nada de qué avergonzarte.
– No entiendo

Sin responderle bajé lentamente la mirada hasta llegar a la charola, que continuaba cubriendo su entrepierna y regresé a su rostro, cuando llegué a sus ojos le sonreí de nuevo.

– No importa, es una tontera, gracias por la charla.

Mientras decía esto último extendí mi mano para que N me ayudara a incorporarme, al hacerlo lo jalé y él cayó sobre mí. Quedamos frente a frente mirándonos los ojos y sin pensarlo lo tomé por la nuca y comencé a besarlo; él me respondió el beso de manera apasionada y comenzó a acariciarme los muslos, abrí mis piernas cuando lo tuve encima por lo que podía sentir su delicioso paquete presionando mi cuerpo. Estuvimos besándonos y acariciándonos hasta que entre beso y beso me dijo que en verdad tenía que irse y se levantó, yo me quedé tirada sobre la cama muy caliente y con ganas de sentir su caramelo, sin embargo, no quería meterlo en problemas así que me aguanté las ganas de jalarlo y bajarle el pantaloncillo para comérmelo entero.

N se fue, aproveché para comer lo que había pedido y después dormí un rato, tendría una noche muy larga por delante y quería estar preparada para lo que me ofreciera. Desperté un par de horas después, era hora de comenzar a arreglarme así que saqué la ropa que iba a usar y la puse sobre la cama; antes de meterme a la ducha pedí un par de bebidas a la habitación.

Mientras me bañaba tocaron a la puerta, sabiendo que había pedido algo había dejado la puerta sin seguro así que sin más grité desde la regadera que estaba abierto y que podían pasar a dejar las bebidas; escuché cómo abrieron la puerta, cómo pusieron las bebidas sobre la mesa y la puerta cerrarse; terminé de bañarme y salí desnuda del baño, a pesar de la hora seguía haciendo calor y en ese clima prefiero secarme con el ambiente. Al salir mi sorpresa fue enorme al ver que mi chofer estaba sentado en la cama.

¡Mira nada más qué ricura! – me dijo mientras se sobaba el bulto en el pantalón – Listo para lo que necesites mami, tengo reservada toda la noche para ti.

Me quedé parada mirándolo, no esperaba encontrarme a nadie, mucho menos a él ya que aún no eran las ocho y media.

– ¡Hola, qué sorpresa! No te esperaba tan temprano ¿Cómo estás?
– Caliente mami, así estoy ¿Quieres ver? – me respondió mientras bajaba la bragueta de sus bermudas y sacaba su delicioso caramelo semi erecto – Ven a comértela chiquita, ándale.

Caminé hasta llegar a donde se encontraba sentado y me puse de rodillas; sin decirle nada cogí su miembro con la mano izquierda y lo introduje lentamente en mi boca, primero el glande que ya tenía una enorme gota transparente saliendo por la punta. Comencé a chuparlo mientras lo masturbaba y jugueteaba con sus huevos que para mi sorpresa se había afeitado, así sin pensarlo mucho saqué su glande de mi boca y recorrí todo el tronco con la lengua hasta llegar a sus bolas las cuales introduje en mi boca y comencé a chuparlas al tiempo que seguía masturbándolo mientras él gemía y hacía ruidos recostado en la cama. Saqué sus bolas de mi boca y lamí el tronco de regreso hasta su glande y comencé a mamar aquel trozo de carne dura y caliente que no dejaba de lubricar sobre mi lengua.

– Ven mami, te la quiero meter – me dijo al tiempo que me tomaba de la cabeza y me levantaba; me puse de pie y me volteó de manera brusca, de inmediato sentí como comenzaba a lamer mi culito mientras apretaba mis nalgas abriéndolas y cerrándolas presionando su lengua para abrirse camino, me incliné para ayudarle en el proceso de lubricación y para disfrutar mejor de semejante sensación.

– ¿Cómo te gusta más que te la metan? – me dijo mientras introducía uno de sus dedos en mi culito.
– Métemela en cuatro papi.

Me arrojó sobre la cama y me levantó de la cintura, continuó lamiendo mi culito, mientras lo hacía, yo levantaba el culo y lo movía en círculos disfrutando de aquella lengua hasta que se detuvo y sentí como su caliente glande comenzaba a abrirse paso en mi culito y poco a poco fue entrando, esa sensación de tener el culo completamente lleno me puso a mil lo que provocó que moviera mi culo cada vez más rápido.

– Dale puta, cógete tú misma, muévete así, si así mueve el culo mami. – me decía mientras me nalgueaba. Cada manazo sobre mis nalgas me calentaba aún más así que me movía más rápido y eso provocaba que él gimiera más.

Con cada envestida sentía como entraba hasta el fondo y rozaba mi botoncito hasta que la corrida fue inminente y mientras el me follaba frenéticamente yo me corría sobra las sábanas.

Después de follarme en cuatro se recostó y me dijo, mámala antes de cabalgarme. Obedientemente cogí su caramelo con mi mano y la llevé a mi boca, metiéndola casi toda de golpe; mientras chupaba aquel trozo de carne caliente sentí como comenzaba a jugar con mi culito metiendo primero uno, después dos, tres y cuatro dedos mientras con la otra mano abría mis nalgas para que mi culito se dilatara más y él pudiera meter más profundamente sus dedos, ¡Me tenía a mil! Pocas veces había experimentado tanto placer.

Así estuvimos unos minutos, mientras se la mamaba el me continuaba nalgueando y jugando con mi culito al tiempo que me decía cosas como ¡Qué rico te la comes puta! o ¡Si putita, cómetela toda, demuéstrame lo mucho que te gusta mamar una buena verga! Su lenguaje me tenía sumamente excitada, con ganas de sentir nuevamente aquella polla dentro y de ser posible recibir su explosión en mis nalgas o en mi cara para sentir su tibia leche escurriendo por mi piel.

– Cómetela con el culo putita, vamos – me dijo al tiempo que me nalgueaba nuevamente, esta vez con más fuerza provocando un ardor en mi nalga derecha. Me acomodé sobre él dándola la espalda y comencé a moverme de arriba abajo y de adelante hacia a atrás moviendo la cadera haciendo ochos. Él recorría mi espalda, cintura, cadera, muslos, nalgas y pecho pellizcando mis pezones en ocasiones, yo estaba disfrutando cada segundo y cada centímetro del macho que me estaba dando una cogida como pocas veces me habían dado.

– ¿Dónde quieres mi leche putita?
– Dámela en las nalgas papi, en mis nalgas.
– Ponte en cuatro.

Me puse en cuatro y escuché como gemía al correrse mientras sentía como caía su leche tibia en mi baja espalda y escurría por los lados. Él se había puesto en cuclillas y me besaba entre las nalgas, las apretaba y lamía mi culito, yo seguía en cuatro sintiendo como su leche se enfriaba rápidamente mientras recuperaba el aliento. Así estuvimos un rato hasta que se tumbó en la cama y me dio una nalgada final.

– Coges bien rico mamita, qué culo tan rico tienes y qué rico la mamas.
– También coges muy rico, tienes una rica verga – respondí mientras me incorporaba, el resto de leche escurrió por mis nalgas provocándome coquillas. 
– Cuando quieras y las veces que quieras hermosa, estoy para servirte.
– Qué rico, te tomaré la palabra. Voy a limpiarme ¿Vienes?

Salté de la cama y caminé a la regadera, la leche continuaba escurriendo, ahora por mis muslos; yo me sentía putísima, satisfecha y feliz. Entré en la regadera para enjuagarme y refrescarme al mismo tiempo, en eso estaba cuando mi macho entró y me tomó por la cintura, entre mis nalgas pude sentir como su caramelo estaba nuevamente a punto mientras me besaba el cuello y me acariciaba el pecho y las nalgas.

Sin decir nada me incliné hasta recargarme con la pared; él metió su verga de golpe y empezó a cogerme bajo la regadera. Fue una cogida rápida, en solo unos minutos se corrió, sentir como palpitaba su verga dentro de mí, fue una sensación tan placentera que provocó que me corriera casi de inmediato.

– Te espero afuera putita – me dijo al tiempo que me daba una nalgada y salía de la regadera, me quedé parada bajo el agua disfrutando mi orgasmo antes de bañarme de nuevo, una vez lista regresé a la habitación, él esta vez estaba sentado en una silla con una cerveza en la mano.

– ¿Quieres una chela mami? – me decía al tiempo que destapaba una y me la pasaba
– Gracias – le dije mientras estiraba la mano para recibirla, le di un trago y la puse sobre la mesa – voy a ponerme hermosa, si quieres prender la tv o poner música, yo me tardo unos 45 minutos.
– Mejor regreso por ti en una hora, voy por un encargo, mientras vete poniendo linda que esta noche voy a llevarte a divertir como nunca – dijo y salió de la habitación.

Encendí la Tv y puse una película, solo quería el ruido en lo que me transformaba, así empezaban mis vacaciones y eso que solo era el primer día.

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