domingo, 24 de marzo de 2024

Sara, Paula y Víctor

 

AUTORA: Sary CD

 

Hola :”)) Espero que estén todos bien!

     Siento llevar tanto tiempo sin escribir nada pero espero que este relatos les compense ;”)

    La situación estaba fea.

     Acababan de cortarnos las clases y parecía que iba a ser necesario guardar confinamiento un tiempo.

     Cuando volví a casa de las clases, encontré a Pedro ya allí, haciendo una lista de cosas que tendríamos que comprar antes de que empezase el confinamiento y pudiésemos salir menos, para que a la hora de la verdad no tuviésemos que salir tanto.

-          Échame una mano porfa.- Me pidió.- Que no nos dejemos nada.

     Se le veía bastante nervioso y bastante preocupado, así que, dejé mis cosas en mi habitación y me puse junto a él.

     En esas estábamos cuando su móvil empezó a sonar.

-¿Si?- Contestó.- Ah buenas Víctor dime.

     Victor era un amigo nuestro de la universidad, más de Pedro que mío la verdad, aunque me caía bastante bien.

     Déjenme que les hable un poco de Víctor. Tenía nuestra edad (22 años), era alto, musculoso, rubio y con unos impresionantes ojos del mismo verde que los primeros brotes de la primavera. Tenía una voz grave y pausada que transmitía confianza y siempre estaba sonriendo. En resumidas cuentas, era un pivón.

     Víctor era huérfano. Sus padres habían muerto un par de años antes junto con hermana pequeña en un accidente de tráfico, y no se llevaba demasiado bien con la familia que le quedaba, por lo que solía pasar todo el tiempo que podía, incluso las vacaciones, en Granada, viviendo con la pensión de orfandad que le había quedado, el dinero que había heredado, y la beca.

     Había llamado a Pedro porque sabía que teníamos un cuarto libre y nos pedía el favor de quedarse con nosotros a pasar el confinamiento porque no aguantaba a sus compañeras de piso. Aseguró que el colaboraría con el mantenimiento del piso y pagaría los gastos y demás.

 

 

-Yo no vivo solo tío.-Fue la respuesta de Pedro.-Como comprenderás tengo que consultarlo. Cuando tenga una respuesta te llamo y te digo.

     Colgó el teléfono y me explicó la situación.

-Bueno, ¿Qué te parece?- Me preguntó.- Me da cosa por él porque es verdad que sus compañeras de piso son unas hijas de puta. ¿Le decimos que se venga?

-Eres consciente de lo que eso significa ¿Verdad?- Le contesté yo.- Nada de vestirse, nada de momentos románticos, nada de follar en el tiempo que esté aquí…

-Serían solo quince días, que es lo que han dicho que va a ser.- Eso era cierto, nos habían informado de que no era probable que se alargase más de quince días.- Y es por ayudar a un amigo.

     Como ustedes saben, y yo ya he dicho más de una vez, a mí me resultaba imposible llevarle la contraria a Pedro y no hacer lo que él me pidiese, pero esto era una situación grave y seguía comida por las dudas.

     En ese momento él hizo su jugada maestra. Empezó a acariciarme la cara despacio, puso esa sonrisa esquinada suya que me derretía por dentro, y susurrándome en la oreja me dijo:

-Cuando se vaya te lo compensaré.

     No me quedó más remedio que aceptar por supuesto.

     Pedro llamó a Víctor, y nos dijo que llegaría en un par de horas.

     Nosotros aprovechamos ese tiempo para recoger de los baños y del cuarto de Pedro todo lo que pudiese indicar que aquello no era el piso de dos universitarios normales. Recogimos todos los productos de belleza femenina, toda la ropa, el maquillaje, las pelucas, etc que había repartidos por el piso y los metimos en mi cuarto ya que no era probable que entrase ahí al no tener tanta confianza conmigo, por lo que sería mucho menos probable que nos pillase.

     Cuando llegó, nos dio un abrazo muy fuerte a ambos, y no paraba de agradecernos una y otra vez que le dejásemos estar allí.

-Muchísimas gracias de verdad.- No paraba de repetir emocionado.- Si me hubiese tenido que quedar con esas o haberme vuelto al pueblo me habría pegado un tiro.

     Yo no estaba demasiado convencida de todo aquello, y la verdad es que pensaba que lo de ser tres iba a ser excesivo y que aquello iba a salir mal. Pero me equivocaba. Víctor resultó ser el compañero de piso perfecto.

     Era tan perfecto, y nos habíamos acostumbrado tan rápido a él, que a Pedro y a mí de vez en cuando se nos escapaba algún que otro guiño cariñoso entre nosotros cuando, en nuestra comodidad, se nos olvidaba que Víctor no era parte de esa otra vida secreta que él y yo teníamos, y cuando se nos escapaban y nos dábamos cuenta, rápidamente disimulábamos y fingíamos que era un broma, o que no había ocurrido nada.

     Los primeros quince días transcurrieron sin incidentes notables. Llevábamos una vida de convivencia buena, pero entonces, alargaron la cuarentena otros quince días, y ahí empezaron mis problemas.

     Después de esos días, yo adoraba a Víctor, pero me moría por vestirme, me moría por dejar salir a Sara, por volver a sentir el olor y la textura del maquillaje en mi cara, por sentir la suave textura de las medias y la incomodidad prohibida de la lencería. Estaba muerta de ganas de ponerme unos tacones, de arreglarme, de sentirme bella y deseada.

     Y por supuesto, y más que nada, me moría por perderme entre los brazos de Pedro. Echaba de menos sus caricias, el sabor de su polla, sentir su semen escurriendo entre mis ojos y deslizándose hacía mis labios, sentirle detrás de mí, embistiéndome y clavándome su dulce polla hasta el fondo de mis entrañas y notar esa linda calidez dentro de mi culo cuando él se corría dentro, dándome lo que era mío…

    También echaba de menos a Paula. Esa zorra que vivía dentro de Pedro y que cuando salía era todo éxtasis, lujuria, y la más bella de las perversiones. Soñaba con los besos de sus labios pintados sobre los míos, con la textura de su lengua recorriendo mi agujero mientras los míos recorrían el suyo, con su forma de arquear la espalda cuando sentía como mis dedos la iban penetrando y como los suyos siempre buscaban la entrada a mi interior y sabían tocar en el punto exacto para dejarme al borde del orgasmo y no permitir que lo tuviese hasta que se lo suplicase.

     Con Víctor allí eso no era posible.

     Una tarde que yo estaba especialmente cachonda y necesitada de ser Sara, me metí en mi habitación con la excusa de que necesitaba ir adelantando trabajos y dejé a Víctor y a Pedro jugando a la consola en el salón.

      Era cierto que necesitaba ir adelantando trabajos, y mi intención era hacerlo, pero hacerlo como Sara.

     Yo había tomado de tiempo antes la costumbre de ir siempre con la cara lampiña y depilada totalmente, así que por esa parte no había ningún tipo de problema, y como todos los productos, ropa y demás estaban en mi cuarto guardados, tenía a mi disposición todo lo necesario para ser Sara aquella tarde allí y para dejar de serlo antes de salir del cuarto.

    Elegí un outfit cómodo ya que a fin de cuentas iba a estar estudiando, así que me decanté por una falda corta vaquera, una camisa blanca con un escote discreto, medias marrones, lencería estándar y mis pechos falsos para rellenar el escote por supuesto.

     En cuanto al maquillaje, base de mi color por supuesto, colorete tono bronce para resaltar los pómulos, un ahumado marrón en los párpados con un eyeliner fino pero no discreto para llamar la atención sobre mis ojos y para los labios elegí un marrón nude muy clarito.  Y mi peluca larga morena por supuesto.

     Realmente era la viva imagen de la empollona sexy y estaba que me salía. Qué pena que ese pedazo de look se fuese a desperdiciar.

     Tras verme  en el espejo y lamentarme un rato por no poder ir a aprovechar ese look con Pedro, me senté en mi escritorio y empecé con los trabajos de la universidad. Diez minutos después ya me había quedado dormida.

    Me desperté cuando estaba atardeciendo.

-Mierda.- Pensé.- No he adelantando nada y encima hoy me toca hacer la cena. Mejor voy yendo para la cocina.

    Y salí de la habitación.

     Estaba tan acostumbrada ya a la presencia de Víctor, que ya no tenía esa sensación de incomodidad de los primeros días que me podría haber puesto en alerta, y además, estaba tan acostumbrada a no solo ser Sara dentro del piso, sino a dormir como Sara de mis noches de pasión con Pedro, que no sentí nada extraño. No caí en la textura de las medias, en el balanceo de mis pechos falsos, en las cosquillas que me hacía el pelo de la peluca o en la textura del maquillaje sobre mi piel.

     Supe que la había cagado cuando llegué al salón de camino a la cocina, vi que Víctor y Pedro me miraban, y vi la cara de horror de Pedro y la cara de completa estupefacción de Víctor.

-Se puede saber por qué me mirais as…- No llegué a terminar la pregunta. De repente era consciente de todo. De la ropa que llevaba, del maquillaje, de la peluca. De todo. 

     Sin poder evitarlo empecé a llorar.

     Sentí que alguien se levantaba, y después unos brazos que me rodeaban y me abrazaban, y me encontré con la cabeza apoyada en el pecho de Pedro, que me daba besos en la cabeza, me acariciaba la espalda y me susurraba “Shh tranquila Sara nena, tranquila”

-La he cagado Pedro.- No dejaba de repetir yo.- La he cagado muy fuerte.

-¿¡Me puede explicar alguien que coño está pasando aquí!?- Preguntó Víctor, con un tono algo superior al normal, aún no sé si era por enfado o por miedo.- Podría entender que fueses drag o algo así y sin problema, pero ostias Pedro, tú has reaccionado como si fuese tu novia.

-Es que es mi novia.

     En ese momento sentí una ola de amor infinito que iba de mi hacía Pedro. No se avergonzaba de mí como yo creía, sino que daba la cara, me demostraba que me quería y en ese momento supe que pasase lo que pasase, él estaría conmigo.

-Pedro.- Dijo Víctor.- Somos amigos, yo te aprecio, os aprecio a los dos. Ya os apreciaba antes de que me dejaseis estar aquí y desde que vivo con vosotros me siento casi como en familia. Me gustaría saber que está ocurriendo, es todo.

     Miré a Pedro y él me miró a mí. Asentí.

-No puede ir a peor si sabe la verdad, cielo.- Le dije a Pedro.- Será mejor contárselo.

    Y Pedro se lo contó.

     Tras contarle Pedro lo nuestro, como había empezado, que llevábamos casi seis meses saliendo etc, Víctor se mantuvo en completo silencio, sentado en el sofá y mirando fijamente al suelo.

     Cuando acabó el relato de Pedro, Víctor se levantó, cogió sus llaves, su cartera, y se fue del piso.

-¿Crees que volverá?- Pregunté a Pedro.

-No lo sé.- Me respondió con abatimiento.

     A partir de ese momento reinó el silencio.

     Estábamos los dos en shock, sin poder movernos, cada uno perdido en sus propios pensamientos, intentando no dejarnos llevar por el miedo.

     No sé cuánto rato había pasado, cuando escuchamos la puerta del piso abrirse. Pedro y yo nos miramos de nuevo, con el pánico pintado en la cara.

     En esas que entra Pedro, sonriente y con dos bolsas en las que se escuchaba un tintineo como de botellas de cristal.

-¡Buenas!- Dijo.- Perdonad por favor mi comportamiento de antes, es que estaba en shock después de lo que me habíais contado, pero nada más salir del piso me he dado cuenta de que yo no soy nadie para juzgar vuestra forma de vivir y de ser felices, y menos después de me hayáis acogido como lo habéis hecho, así que he aprovechado y he ido al supermercado a comprar unas bebidas. He pensado que podríamos montar una pequeña fiesta los tres esta noche para celebrar que me hayáis contado la verdad.

     Si Víctor lo había flipado al verme como Sara y tras oír nuestra historia, más lo estábamos flipando Pedro y yo en ese momento.

     Por supuesto que esa noche hicimos una pequeña fiesta, y desde entonces Pedro y yo volvimos a “dormir juntos” como hacíamos antes. Al final de todo el outfit no se desperdició jaja.

     A partir de ese punto empezó una nueva convivencia. Yo volví a ser Sara, Pedro me trataba como a su novio y Víctor me trataba como a una amiga íntima y cercana. Con mucho cariño, con dulzura y sin pasarse de la raya en ningún momento. La verdad es que era increíble.

     Una noche, habíamos terminado de cenar nos dio por tomarnos unas copas. No estábamos borrachos, pero tampoco sobrios, y se podría decir que entre la confianza y el alcohol estábamos más dispuestos a confesar cosas que tal vez de otro modo no habríamos confesado.

-Oye Pedro.- Dijo Víctor.- ¿Tú te has vestido alguna vez de mujer? Pero en plan bien, para estar tremenda como Sara no como esos payasos que hacen cosas cutres en carnaval para reírse.

-¿Y tú para qué quieres saber eso?- Le contestó Pedro.

-No sé tío. Tengo curiosidad, nada más.

-A veces lo hago.- Fue la respuesta de Pedro, riendo.- O más bien le pido a Sara que me lo haga porque yo soy un desastre con el maquillaje. Si, a veces soy Paula, y en esos momentos, bueno, se puede decir que Sara le es infiel a Pedro y le va el rollo lésbico.

     Era consciente que lo había dicho para meterse conmigo jugando, pero aun así me puse roja como un tomate y miré a Víctor con cara de culpabilidad.

-Y oye hermano, ¿Me dejarías verte como Paula? Venga hermano que hay confianza.

-Si mañana nos preparas a Sara y a mí una cena de las buenas nos arreglamos para ti.- Le contestó Pedro, sin parar de reír.

     Era obvio que la respuesta de Pedro había sido una broma, pero Víctor no pareció entenderlo así, porque al día siguiente, desde muy temprano, empezó a  cocinar un montón de platos distintos y todos con una pinta estupenda.

-¿Se puede saber qué haces que llevas todo el día en la cocina?- Le preguntó Pedro.

-Yo que tú me iría a empezar a arreglarme.- Fue su respuesta.- Que os estoy preparando una cena de escándalo y más vale que no lleguéis tarde.

     Bastante divertidos con la situación, Pedro y yo decidimos cumplir con nuestra parte del trato y ponernos lo más bellas posibles para la cena con Víctor.

     Primero elegimos la ropa que nos pondríamos. Para mí, elegí una minifalda blanca con estampado de flores, medias negras, una blusa púrpura de manga larga, un tanguita negro, un sujetador a juego y unos tacones a juego con la blusa.

     Para Paula, le elegí un vestido largo del mismo color que mi blusa, con un corte en uno de los laterales que permitía ver la pierna entera, medias de liguero negras para que se viese el liguero por el corte del vestido y fuese más sexy, lencería a juego con la mía y unos zapatos de tacón negros.

     Una vez elegida la ropa, nos duchamos, Pedro se afeitó y yo le ayudé a depilarse por completo. Después de esto nos untamos de abundante crema hidratante para tener la piel lo más suave posible, ya que ambos imaginábamos que la noche iba a acabar en una noche de pasión entre Paula y Sara.

     Volvimos a mi cuarto, y decidí arreglarme yo primero. Me pue la lencería y las medias, me puse los pechos falsos, y empecé a maquillarme.

     Yo tenía en la mente que esa noche Paula y yo debíamos parecer unas mujeres fuertes, conscientes de su sensualidad y adictas a esclavizar hombres y a dejarlos siempre babeando detrás de nosotras, por lo que me decanté por un maquillaje elaborado. Sombra de ojos morada clara en la parte de fuera del ojos, morado oscuro en el párpado, eyeliner bien marcado, lápiz de ojos negro para remarcar la forma del ojo, base de mi color, colorete rosa oscuro y algo de highlighter para remarcar los pómulos.

     Antes de pintarme los labios decidí vestirme para reducir el riesgo de manchar la ropa de maquillaje, así que, me puse la ropa, me puse la peluca, y me disponía a darme el toque final cuando me fijé en Pedro, y en el gran bulto que se le veía debajo de los calzoncillos.

-¡Paula!- Exclamé.- ¡Eso no es propio de una dama!

-Aún no soy Paula.- Fue la respuesta de Pedro, mientras me miraba con un brillo pecador en los ojos.- Y es que es verte y no soy capaz de controlarme Sara.

-Pues tendremos que hacer algo con eso. Que no quedaría bien que se te marcase eso debajo del vestido.

-Eso, tendremos que hacer algo.- Murmuró el, que había acercado a mí y me acariciaba los hombros.-¿No se te ocurre nada?

     Y tras preguntar eso, cogió mi mano y la puso sobre el bulto de su calzoncillo.

     Inevitablemente, sin poder y sin querer resistirme, metí mi mano por debajo de su calzoncillo y empecé a masajear su polla y sus huevos, mientras que su dureza me bloqueaba por dentro y mi cerebro se apagaba, dejando lugar al animal que vive para el placer.

-Es culpa tuya que esté así.- Murmuró en mi oído.- ¿No te da pena que esté así de dura?

     No hizo falta añadir más. Mirándolo a los ojos, sin soltar su polla, me arrodillé lentamente delante de él cubriendo de besos su abdomen en el camino.

     Cuando tuve su polla frente a mí, empecé a lamerla por fuera, en la base del tronco, despacio, recorriendo con la lengua las venas que me llevaban inexorablemente hacia la punta y sintiendo en la lengua el vibrar de su cuerpo al contacto con mi saliva. Yo reía.

      Él me miraba desde lo alto, acariciándome la cabeza y guiando mis movimientos. Sabía que yo deseaba aquello tanto como él, y no me iba a dejar tener el control. No era que yo le estuviese haciendo una mamada, era que él me regalaba la oportunidad de hacérsela, y era muy diferente.

    Tras un rato, dirigió la punta de su pene hacia mi boca, y empezó a meterla despacio, dejándome saborear solo la punta con la punta de la lengua y retirándola después, dejándome con las ganas de sentir su hombría en mis labios.

-Por favor Pedro.- Le supliqué.- No me hagas esto. Déjame comerte. Dame leche.

- Vaya vaya.

     Tras decir esto, me soltó la cabeza y me dejó hacer.

     Me lancé sobre su polla como la buena adicta a ella que era. Me la metí entera en la boca, hasta el fondo de mi garganta, y la saqueé despacio solo para volver a repetir la jugada.

     Poco a poco fui acelerando el ritmo y usando las manos. Pedro gemía. Yo gemía, y mi boca incansable no paraba de recorrer la polla de Pedro, haciendo fuerza con los labios y llenándome del sabor de su pre semen.

     De repente, noté como la polla de Pedro se ponía aún más dura, y unos instantes después, su semen me llenó la boca por completo. Lo había logrado, había sido una niña buena y había conseguido mi premio.

     Me lo tragué todo mirando a Pedro fijamente a los ojos, aún de rodillas delante él y sin sacarme su polla de la boca, y después seguí chupando un rato para dejársela bien limpia.

     Cuando finalmente me puse en pie, le dije

-Anda, vete vistiendo que ya es hora de que aparezca Paula, que esta noche tenemos una cena especial. Me pinto los labios y te ayudo con el maquillaje.

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