AUTORA: Sasha |
Me desperté a la hora de cada día, preparada para mi jornada
laboral, pero era viernes, y hoy tenía otros planes que no incluían ir al
trabajo, aunque sí a trabajar.
Nada más despertarme quise cerciorarme que lo del día
anterior no había ido un sueño, miré a mi alrededor y allí estaba el móvil
rosa, a mi lado en la cama, lo abrí, revisé los mensajes y allí estaba, con las
instrucciones de mi día:
“Mañana por la mañana llamarás al trabajo y dirás que estás
indispuesta. Vendrás a las 8, te pondrás lo que hay en el baño y me prepararás
el desayuno. Cuando esté hecho me lo llevas a la cama y me despiertas, no antes
de las 10, que estoy cansada. Tienes las llaves en la mochila”.
Un escalofrío de emoción cruzó mi cuerpo, me levanté y corrí
al salón a buscar la mochila, la abrí y allí estaba, un llaverito con un papel
y dos llaves, una de tamaño normal y otra pequeñita. El papelito sólo ponía
“cuando entres echa llave por dentro, me las darás en el desayuno”. Esas
palabras me excitaron, estaba que no sabía qué hacer, así que me despejé y me
puse a asearme para mi Ama Sheila. En la ducha tuve que calmar mis ganas de
tocarme, y aproveché para rasurarme la cara, dejándola bien finita, y de paso
quitar un poco de pelo de mi pubis, que aunque lo llevo con el pelo recortado,
quería darle forma para mi Señora, y de paso aproveché para rasurar mi
agujerito. Al hacerlo no pude evitar meterme un dedo, y poco a poco fui
empujando hasta meter un segundo. No sabía qué iba a pasar ese día, pero tenía
claro que debía estar preparada.
Excitada, salí de la ducha, me sequé, me vestí corriendo y
cuando ya lo tenía todo, cogí el móvil rosa y las llaves, luego cogí mi móvil y
llamé a la compañera de trabajo con quien tengo más confianza. Poniendo voz
enfermiza, le dije que había pasado una mala noche, con vómitos y diarrea, y
que se lo dijera a la jefa, por favor. Lista mi coartada, salí de casa, entré
en el coche, puse mi móvil en silencio y lo dejé en la guantera, y entonces
conduje hacia mi destino.
Llegué poco antes de las 8, hacía un poco de fresco, ya que
la temporada de verano había acabado, me apresuré para ser puntual, aunque
sabía que mi señora dormiría, y a las 8 en punto giraba la llave para entrar en
el apartamento. Entré y cerré con llave. Dentro se estaba muy cálido, había una
temperatura agradable, que invitaba a ir con poca ropa, saqué la llave del
cerrojo y la dejé en la cocina, junto con el móvil. Entonces vi la habitación
de mi Ama con la puerta entreabierta, me acerqué y la vi durmiendo, llevaba un
picardías negro con detalles de encaje semitransparente, que dejaba entrever un
tanga, como estaba de lado y de espaldas a mí pude observar lo bonito que le
hacía el culo ese tanga, y lo bien que se conservaba mi Señora.
Entonces me dirigí al baño, dispuesta a ser lo que quería
ser, la criada sumisa de aquella hermosa mujer, y dispuesta a vestir ante ella
como tantas veces había vestido sola en casa.
Entré en el baño y ahí estaba colgado mi vestido, mientras
que los accesorios estaban dispuestos en la pica, junto con el kit de
maquillaje y una ropa extra, encima del wáter había una cajita de cartón no muy grande. También había una nota que
decía “cuando estés vestida y maquillada abre la caja, ponte lo que hay dentro,
y prepárame el desayuno”.
Empecé a mirar la ropa, colgado estaba mi vestido de criada,
negro con tirantes aterciopelados, y con
dos grandes franjas blancas hasta el inicio de la falda. En el centro, entre
los pechos, tenía un detalle tipo joya. Debajo del vestido estaban las enaguas,
blancas con un encaje rosa en el borde. Aunque soy alta, el vestido era talla
S, ya que cuando lo compré era carnaval y no habían tallas como la mía (uso una
L), así que no me quise ir de vacío y lo compré esperando que no me fuera
demasiado corto. Cuando me lo puse por primera vez vi que era muy sexy, pero
también muy corto, me tapaba justo delante y se me veía medio culo detrás,
incluso sin agacharme.
Luego examiné la ropa que no era mía y que estrenaba para la
ocasión, y que me fui poniendo por este orden. Primero un sostén sin tirantes
tipo wonderbra blanco, con unas prótesis de silicona no muy grandes pero que
rellenaban bien el sostén. Me toqué las tetas, alucinando con lo bien que se veían
y lo que realzaban mi busto. Luego me puse un tanga tipo culotte de encaje
blanco y unas finísimas medias de seda blancas. Me sentía como una princesita
casta con esa ropa blanca. Para agarrar las medias me puse los dos ligueros que
venían con el vestido, de goma negra con encaje rosa. Entonces me dispuse a
ponerme el vestido, que con los pechos postizos me entraba justito y que
realzaba mi figura, y luego las enaguas, que le daban vuelo a la falda y
realzaban mi culito, dejándolo un poco a la vista entre el encaje rosa.
Me puse una peluca que había dejado preparada mi Señora,
larga, ondulada y pelirroja. Siempre me han gustado las pelirrojas, para mí
tienen cierto aspecto de viciosas, así que ser una de ellas me ponía a mil por
hora. Me puse los tacones y me maquillé como bien pude y supe, con un
resultado satisfactorio pero ni la mitad
de espectacular que el día anterior. Me maquillé los ojos con un color
humo con el interior más blanquecino y
oscurecido en el exterior, rímel y los labios rojo pasión, con un poco de gloss para darle ese
aire sensual.
Me miré al espejo y allí estaba yo, una jovencita con una
tímida sonrisa, vestida de criada, a punto para servir a su ama. Me puse los
guantes blancos hasta un poco más arriba del codo, y los adornos de las
muñecas, la cofia y el delantal blanco.
Me miré y decidí que ya estaba lista.
Iba hacia la cocina cuando recordé la caja, di media vuelta,
la cogí y la puse en la pica. Estaba emocionada, no sabía qué iba a contener,
pesaba un poco y parecía que había varios objetos en el interior. Sin más
dilación la abrí y saqué lo que había dentro: unas muñequeras de cuero con
hebilla unidas por una cadena de 40 cms., unas tobilleras iguales con una
cadena más corta, un ball gag de cuero con bola roja, y lo que hizo que mi
corazón se acelerara, un collar de cuero de 5 cms de ancho, con cierre tipo
cinturón, pero en vez de hebilla un pasador de metal con un agujero.
Empecé con los pies y con las manos, notaba el calor de los
amarres y lo bien que aguantaba la cadena sin que pudiera zafarme, luego me
puse el ball gag, delante del espejo, viendo como mi boca engullía aquella
bola, cómo mis labios rojos tocaban la bola del mismo color, y como la correa
negra abrazaba mi cabeza, sujetando mi pelo cobrizo. Lo sujeté bien firme pero
cómodo y pasé al elemento final. Me puse el collar, la prueba de mi sumisión a
mi Ama. Tenía una sola argolla, pero no había cadena, lo ajusté a mi cuello,
pasé el pasador metálico y, instintivamente puse el candado en el agujero y lo
cerré. Cuando oí el click mi cuerpo se estremeció nervioso, sabía que no había
marcha atrás, que ahora sería la criada de Sheila y que sólo me podría liberar
cuando ella quisiera quitarme ese collar.
Me miré en el espejo y me dije mentalmente “vamos allá!”, y
me dirigí a la cocina dando pasitos cortos, ya que la cadena de mis tobillos no
me permitía moverme rápido.
Preparé el desayuno de mi Ama: Tostadas con jamón,
mantequilla, zumo de naranja y una taza de café con leche. Lo puse en una
bandeja de plata y caminé lentamente hacia la habitación. De camino me crucé
con el espejo de cuerpo entero, que descubría a una criada pelirroja, con un
vestido muy corto, con un cuerpo muy sugerente, amordazada y encadenada, con
tacones altos y un collar de cuero, llevando una bandeja con el desayuno a su
Señora. Era una imagen impactante , a la vez que excitante.
Cuando llegué a la habitación mi Señora estaba boca arriba,
mostrando entre la tela negra una potente erección. Ya eran las 10 y la
situación me había excitado muchísimo, así que dejé la bandeja en la mesita de
noche y decidí darle un buen despertar a mi Ama, me acerqué a la cama, me solté
la mordaza dejándola colgada en mi cuello, mientras caían las babas de mi boca
y fui directa a su entrepierna. Se la saqué con suavidad, intentando no
despertarla, y empecé a besarla y a chupársela, hasta que noté su mano
acariciándome el pelo y empujando mi cabeza hasta su pubis.
Me dijo – Mírame! La miré sonriente, con cara de viciosa y
me cogió del collar, estirando hasta su cara. Me besó apasionadamente y luego
hice el ademán de volver a chupársela , pero me sujetó del collar y me dijo:
-Ahora eres mi esclava, y tendrás cada cosa cuando yo lo
decida.
Plas! Me soltó un manotazo.
-Has desobedecido mis órdenes, no me has despertado como te
dije y no llevas puesto todo lo que te preparé, aunque me gusta que lleves el
collar, te queda muy mono. Me dijo sonriente con ironía.
Plas! Me soltó otro manotazo , me acercó a su cara, me puso
el ball gag en la boca y lo sujetó firmemente.
-Así, calladita estás más guapa, levántate y sírveme el
desayuno, esclava, y luego date una vuelta por la habitación recogiendo todo el
desorden que dejaste ayer.
Así lo hice, dejando ver mis
curvas con cada movimiento, sonrojada por los manotazos pero también por
la humillación. Recogí y plegué toda la ropa que estaba tirada y luego me
acerqué a la cama para esperar órdenes, mientras mi Señora desayunaba. Entonces
me dijo:
-Ponte de rodillas, con las manos detrás de la cabeza.
Estarás así hasta que yo te diga. Es el castigo por desobedecer mis órdenes.
Me arrodillé y puse las manos tras la cabeza, esperando a
que mi Ama terminara su desayuno y decidiera levantarme el castigo. Al poco
rato me dolían las rodillas y los brazos, y la baba que escapaba de la mordaza
me caía por el escote.
Allí estaba yo, vestida de criada, con mi peluca pelirroja
sujetada por la correa del ball gag, con el escote babeado, y de rodillas ante
mi Ama con los brazos tras la cabeza, esperando pacientemente a que mi Señora
acabara su desayuno. Estaba sudada y
cansada, por el esfuerzo que suponía mantenerme en esa postura , pero lo aguantaba,
consciente de que era mi castigo por desobedecer sus órdenes.
Cuando terminó su desayuno me miró sonriente y me dijo:
“levántate y llévate la bandeja a la cocina, lavas los platos y cuando estés,
vuelves con las llaves y te pones en la misma posición que estabas, mientras yo
me aseo”.
Me levanté hábil y femeninamente, sin soltar las manos de mi
nuca, apoyando mi culo en los tacones para quedar en cuclillas y levantarme
flexionando. Mi Ama me miraba sorprendida y sonriente, parece que le había
gustado mi disciplina. Cogí la bandeja y de dirigí toscamente hacia la cocina,
frenada por la cadena de los tobillos y por el entumecimiento de mis piernas.
Estuve un rato fregando los platos, ya que había acumulado, por lo menos lo del
mediodía y de la noche anterior. Cuando acabé sequé toda la vajilla y la puse
en su sitio, y cogí la llave. En ese momento pensé en liberarme de mi collar,
cambiarme rápido y huir, por el miedo a recibir más castigos de mi Ama, pero no
podía, sabía que yo realmente deseaba estar allí y servir y complacer a mi
Señora, así que volví a la habitación con la llave. Mi Ama aún no había salido
del baño, así que aproveché para hacer la cama y me puse de nuevo de rodillas
con las manos tras la cabeza, mirando a la cama.
A los pocos minutos entró en la habitación mi Ama Sheila,
ataviada con un corsé satinado de color
negro con azul oscuro, con liguero, tanga y medias a juego, y botas de
cuero que le llegaban hasta la rodilla. Se sentó en el borde de la cama y me
dijo: “Eres una criada muy complaciente y eso me gusta, pronto vas a recibir tu
premio. Ahora, dame la llave de tu
collar, que la voy a dejar a buen recaudo”.
Le di la llave mientras me miraba con cara triunfante,
poderosa, yo la miré humildemente y bajé la cabeza aceptando mi sumisión.
Entonces se levantó y se acercó a la mesita de noche, sacó un tubo de
lubricante y una especie de huevo vibrador, parecido a un huevo Kinder, con un
hilo en un extremo que acababa en una especie de botón dorado con réplicas de
diamantes incrustadas. Abrió el huevo
por la mitad e introdujo la llave, lo cerró de nuevo, se acercó a mí con el
huevo y el lubricante, me los dio, uno en cada mano y me dijo “ya sabes lo que
tienes que hacer”.
Se puso de espaldas a mí, se bajó el tanga hasta las
rodillas dejando descubierto su hermoso culo, y apoyó sus manos en la cama, quedando expuesta ante mi
cara. Entonces cogí el huevo, lo unté de lubricante, lo esparcí con mis dedos y
luego le masajeé el ano a mi Ama Sheila con los dedos resbaladizos. Me ordenó
que le metiera un dedo para ensanchar el camino y luego me dijo, entre gemidos,
que le metiera ya el huevo por el culo. Así lo hice, viendo de rodillas ante su
culo cómo engullía fácilmente el huevo y
como el hilo desaparecía dejando solo al descubierto el botón dorado con
brillantes, que hacía de tapón joya.
“Perfecto, ya está bien guardadita, ahora tendrás que
conseguir llegar a mi culito si quieres recuperar tu libertad” dijo mi Ama
mientras se volvía a subir el tanga. Se giró sonriente, me quitó el lubricante
de la mano y lo dejó abierto en la mesilla, entonces se acercó a mí y me cogió
del collar para levantarme. Me besó dulcemente en los labios, por encima del
ball gag y me dijo “por fin vas a recibir tu ansiado premio, preciosa”. Se arrodilló
ante mí y empezó a masajearme la entrepierna mientras con una mano sacaba la
cadena de mis tobilleras.
Eso provocó en mí una rápida erección, a lo que aprovechó
para usar las dos manos para sacar la
cadena mientras me masajeaba el pene con la boca por encima del tanga. Eso me
puso a cien, pero apenas duró un minuto, el tiempo justo para que lograra
soltar la pequeña cadena y se levantara de nuevo. Guardó la cadena alrededor de
su cuello y entonces me liberó de la cadena de mis brazos. Por fin había
soltado mis amarres, y yo pensaba que ahora, ya libre, volvería a ponerse de
rodillas y que me la chuparía, pudiendo agarrar su cabeza en cada comida. Pero
nada más lejos de la realidad, cogió la correa larga y la ató a la argolla de
mi collar, quedando una cadena de aproximadamente un metro. Luego cogió la
cadena pequeña y la pasó por el interior de la argolla, quedando unos extremos
de unos 20 cms a cada lado, y ató cada extremo a mis muñecas.
Esa posición me dejó sorprendida, ya no sabía lo que pretendía.
Estaba atada con las manos por encima de mis pechos y no tenía margen de
maniobra. Estaba totalmente a su merced. Entonces me obligó a arrodillarme y
acercó su entrepierna a mi cara, refregándose contra mi ballgag y contra mis
labios mientras empujaba mi cabeza hacia ella, hasta que noté cómo se
empalmaba. Entonces me hizo sacársela con las manos, dejando al descubierto
hasta sus huevos, y empecé a masturbársela con una mano, mientras le masajeaba
los huevos con la otra y la miraba con actitud sumisa.
Entonces se apartó y me hizo levantar, diciéndome “muy bien
guapa, ya me tienes a punto”. Se acercó a la mesita, se embadurnó la polla de
lubricante y se tumbó en la cama boca arriba, tirando de la cadena para que me
montara encima de él. Una vez en posición, separó hacia un lado mi tanga,
lubricó mi agujerito con dos dedos, apuntó su miembro erecto a mi culito y me
dijo “ahora te vas a desvirgar tú solita, quiero que goces siendo mi zorrita
esclava y que disfrutes del que a partir de ahora será tu órgano sexual”.
Tenía su polla lubricada apuntalada en mi agujerito, lista
para ensartarme, así que poco podía hacer, más que empezar a sentarme encima de
ese enorme pedazo de carne dura. Así lo hice, lentamente, adaptando mi estrecho
agujerito a ese arpón que me abría incesantemente, hasta que soltaba un grito
de dolor amortiguado por la mordaza. Paraba un poco para soportar ese dolor y
cuando cesaba seguía empujando, hasta que noté su glande dentro de mí, solté
otro grito amortiguado y mantuve mis piernas en tensión hasta que se calmó de
nuevo el dolor.
Entonces empecé a bajar y subir lentamente, tragándome en
cada descenso un poco más de polla, hasta que al poco rato sentí que estaba
sentada sobre sus huevos. Se me escapó una mirada sonriente, orgullosa de haberme
desvirgado y de haberme tragado los 18
cms de mi Ama. Ella lo vio y dijo “muy bien ricura, ahora quiero que te
comportes como la zorrita insaciable que me mostraste ayer”. Le respondí con
una mirada cómplice de viciosa, y empecé a cabalgar esa preciosa tranca,
disfrutando cada vez más con cada clavada. Mi dueña gozaba como una loca,
viendo cómo subía y bajaba las piernas su esclava, flexionando para no caer
hacia adelante, con las manos atadas al cuello y con un abundante hilo de baba
que se escapaba del ballgag hacia mi escote.
Al poco rato mi cansancio era evidente, así que mi Ama tiró
de la cadena de mi cuello y me hizo caer encima de él con los codos en la cama.
Me besaba por encima del ball gag mientras me penetraba con fuerza, como una
loca. Esa posición más relajada pero indefensa me excitó sobremanera, a la vez
que veía cómo mi Ama aceleraba el ritmo entre gemidos. Entonces noté cómo
crecía aún más ese miembro dentro de mí y noté un cosquilleo que me venía desde
dentro , empecé a gemir como una loca mientras mi ama me agarraba el culo y me
follaba con fuerza y entonces gritó llenándome de leche calentita, a la vez que
yo me corría abundantemente en mi tanga, derramando una parte sobre su cuerpo.
Estábamos exhaustas ante tal exhibición de lujuria y placer, yo no podía ni
moverme. Entonces desabrochó la correa detrás de mi cabeza y me sacó el ball
gag, cayendo un enorme chorro de baba.
Nos besamos apasionadamente y yo sólo pude decir “Gracias,
mi Ama”. Entonces nos separamos, tiró de mi correa hacia su pecho y dijo
“Límpialo todo”. Empecé a lamer la baba que había caído sobre sus pechos y
luego noté un tirón de la cadena que me obligaba a bajar, llegando a la leche
que yo había derramado sobre su vientre. Sin ningún reparo la lamí como una zorrita
golosa, y cuando acabé, engullí su polla semierecta hasta la garganta,
dejándola casi limpia al retirar mis labios, y repasándola hasta que la dejé
seca y limpia. Busqué sonriente la
mirada aprobadora de mi señora, ella se incorporó, me dio un beso y me desató
las manos. Luego me soltó un manotazo en la cara y me dijo “Mira cómo vas! Sácate las bragas!”. Así lo hice, estaban
llenas de semen, hechas una porquería. Me mandó limpiarme la polla con las
partes secas del tanga, sacó un pañuelo negro de seda y me dijo “Ahora
métetelas en la boca, guarra”.
Lo hice, sorprendida
por la reacción y entonces me amordazó la boca con el pañuelo, dejando
el tanga chorreante en mi boca, “para que te vayas acostumbrando al sabor” me
dijo. Luego me hizo sentarme de espaldas en la cama, me cogió las muñecas y las
ató entre ellas con un candado y me hizo tumbarme apoyando mi cabeza en su
hombro.
Luego me dijo “Ahora vamos a descansar un rato, para reponer
fuerzas, cuando te levantes vas a la cocina, preparas la comida, te aseas y me
esperas allí. La llave del candado está en la cocina”.
Así me dormí, aun vestida de criada, con el culo adolorido ,
las manos atadas a la espalda, y amordazada con el sabor de mi semen y mi culo,
pero contenta y feliz porque había complacido a mi Ama entregándole mi
virginidad y porque, aunque me había humillado y maltratado, me protegía
ofreciéndome su hombro de almohada. Era la sumisa más feliz del mundo.
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