sábado, 10 de mayo de 2014

La Encerrona mas Placentera




AUTORA: LINDA LISSY


Era una mañana calurosa de Primavera. Me desperté sudada, había vuelto a soñar con aquel polvo maravilloso que me habían echado la semana pasada: qué hombre, qué manera de hacerme disfrutar. Aquello se me había quedado grabado en el subconsciente tanto como para hacerme soñar con ello 5 días seguidos y como para tenerme excitada cada mañana.



Me dí una duchita fresquita mientras seguía pensando en lo zorrísima que me había sentido aquel día, dando placer a aquel macho y cumpliendo sus más sucios deseos. Una auténtica puta y muy orgullosa de serlo, para qué negarlo. Continué para hacerme el desayuno de todas las mañanas y allí fue donde ya tomé una decisión drástica. Pensé: “Linda ¿Por qué no lo llamas? Sabes que lo necesitas, necesitas tener ese rabo dentro de ti otra vez”.



Después de pensar aquello, decidí no vacilar más y lo llamé. Fue una conversación corta, durante la que me estuve metiendo dos dedos suavemente en el ano imaginándome que aquella polla de esa voz estaba penetrándome tan gustosamente como aquel recordado día, pero que me mantuvo calentita hasta el momento que deseaba ansiosa:



Chico: “Hola, tigresa”

Linda: “Hola, mi amor”

Chico: “Normalmente soy yo el que llama a las zorritas ¿Qué te pasa?”

Linda: “Te echo de menos, cielo. Echo de menos aquel día…”

Chico: “Así que la putita se quedó insatisfecha ¿eh? ¿Cuándo quieres que te de más polla? Yo todavía te tengo ganas”

Linda: “Hoy, por favor. No aguanto más sin ese rabo

Chico: “Estás de suerte, mi esposa se lleva a los niños hoy mismo al pueblo, tengo la casa para mi todo el fin de semana. Pásate en tres horas que lo prepare todo. Hoy te voy a follar para que quedes satisfecha de una puta vez, fulana”



Y me colgó. Si, me colgó. Fue un maleducado, pero me encantan los hombres así, tan chulos, tan machistas, además de que su polla merece mucho la pena, admitámoslo también. Sin perder ni un segundo con un calentón inmenso, salí corriendo a prepararme y a poner a punto mi bolsa de deporte, esa bolsa que uso cada vez que salgo a follar con algún hombre que precise de mis servicios. Tenía tres horas escasas para decidir que me iba a poner para que el tío más macho que conocía estuviera satisfecho conmigo. Aprovechando mi reciente depilación, me desnudé entera delante del espejo y pensé: “Linda, hoy tienes que hacer que solo con que te mire, se corra”. Automáticamente recordé a mis tacones de 15 cm., esos que tanto le gustan, así cerraditos, con una pequeña plataforma, azules. Metí los zapatos en la bolsa y el resto, salió solo. Me puse mis medias de encaje negras con el liguero a juego, mi tanguita negro de hilo, mi corset negro atado por delante y con tirantes. Una delicia que iba a ocultar debajo de mi ropa de chico para poder salir a la calle. En la bolsa también metí mi melena superlarga negra y un maquillaje tipo “pin-up”, ya sabéis, barra de labios muy rojos, con pestañas muy largas y sombra de ojos oscura.



Lo tenía todo preparado ya, quedando más de hora y media por delante. No aguantaba más el calentón, tenía que mitigar mi deseo de sexo de alguna forma, así que abrí el cajón de mi mesita de noche, saqué mi consolador realístico y comencé a chuparlo con ansia, como si mamara la polla de ese macho que tanto deseaba tener entre mis piernas, mientras me masturbaba. Fueron instantes muy placenteros, intentando predecir lo que se me iba a venir encima dentro de poquísimo tiempo. Tan placentero fue el instante que logré correrme prontísimo, con la suerte de no mancharme mi atuendo. Luego saqué mi plug anal, lo lubriqué considerablemente y me lo introduje en mi culito para estar bien abierta para que la polla de mi macho se hiciera camino dentro de mí sin dificultad. Toda preparada, cogí el coche y conduje hasta la puerta de mi macho. Durante el trayecto, movía mi culito para sentir la pera anal dentro de mí. Me encantan esos instantes en los que te sientes cachonda perdida dentro de un sitio y la gente te mira sin saber el calentón que llevas encima, mientras tu los miras y disfrutas por llevar algo dentro del culito. Llegué, aparqué e hice tiempo, era temprano y mis nervios me iban a volver loca. Cuando llegó la hora, piqué al porterillo. La voz que ansiosa esperaba preguntó: “¿Quien es?”. Yo respondí con un escueto y muy femenino: “Yo”. El portal sonó para que yo lo empujara y abriera. Ya quedaba menos, ya quedaba lo justo para poder volver a estar de rodillas ante aquel rabo que tanto me había hecho soñar.



Al llegar a su piso, la puerta de su casa estaba entreabierta. Me confié y decidí entrar hasta el salón; no había nadie. Un poco confusa por la situación, pregunté: “¿Amor?, ¿dónde estás?”. Enseguida obtuve la respuesta, que venía del cuarto de él, también con la entrada medio cerrada: “Estoy esperándote aquí. Entra en el baño, termina de acicalarte y prepárate para lo bueno”. Sonreí pícaramente y corrí para entrar al baño, abrí mi bolsa de deporte, me deshice de lo poco masculino que me quedaba, me coloqué mi larga melena morena y me la peiné, me subí en mis tacones de 15 cm. y comencé a maquillarme. Cuando terminé, me eché un profundo vistazo al resultado final… estaba preciosa y por fin estaba preparada. Pensé: “Linda, la que se te viene encima. Sé una buena puta y estate a la altura”. Normalmente nunca hacía este tipo de reflexiones, de ponerme tan nerviosa y valorar la situación, pero creedme que este macho merece muchísimo la pena. Me coloqué además una bata negra finita y cortita de seda encima de todo el conjunto que os expliqué anteriormente, que me iba a durar puesta bien poco, sólo para darle más morbo al encuentro con mi hombre.



Por fin había llegado el momento. Caminé lentamente hacía la puerta de la habitación, consciente de que el sonido de mis taconazos iba a percatar a mi macho de que iba a entrar. Empujé la puerta, entré y… no os podéis imaginar con lo que me encontré. En la cama de matrimonio dónde habíamos echado ese tan recordado polvo estaba él tumbado en boxers, con su cabeza apoyada en sus manos, mirándome y sonriéndome con picardía. Hasta ahí todo normal, lo realmente sorprendente es que a su lado estaba también tumbado un amigo suyo, en boxers también. Yo contemplaba anonadada aquella escena. Evidentemente sabía que entre ellos no había pasado nada, pero no entendía en que tipo de encerrona me había metido este hombre. “Siéntate, Linda” me dijo señalándome los píes de la cama. Caminé, me senté cruzando mis largas piernas y lo mire con un gesto entre serio y sorpresivo, esperando respuestas. Él inició la conversación:



Chico: “¿Qué te parece lo que ves, putita?”

Linda: “No se, sólo que no me lo esperaba”

Chico: “¿El qué no te esperabas?”

Linda: “Pensaba que íbamos a estar solos”

Chico: “Esta vez no. Esta vez me apetece tener compañía”

Linda: “Me siento engañada”

Chico: “Vamos, zorrita. Son dos pollas para ti sola, así tienes que quedar satisfecha”

Linda: “¿Él también me va a follar?”

Chico: “Claro putita ¿Para qué está aquí entonces? Quiero ver como haces disfrutar a otra polla. No me dejes en evidencia”



Me quedé callada durante unos segundos, intentando asimilar todo aquello. Miré al amigo un momento, lo analicé de arriba abajo. Estaba bastante bien, no nos vamos a engañar. En ese momento algo hizo clic en mi cabeza. Reflexioné: “Linda, son dos pollas para ti solita. La mejor polla que has probado en tu vida y otra como complemento ¿vas a desaprovecharlo?”. Miré a mi macho nuevamente, que me miraba sonriendo todavía, esperando una respuesta afirmativa que él ya sabía que iba a darle. Sonreí también como seña de que daba el visto bueno a la situación, me iba a lanzar a la aventura de trabajarme dos rabos yo sola, aún sabiendo que me iban a destrozar, pero la idea me excitaba como nunca nada me había excitado.



“Levántate y muéstrate para mi amigo”, me dijo mi macho. Me incorporé y estando de pie, dejé caer la fina batita que cubría todo mi conjunto. El amigo, tumbado en la cama, me miró de arriba abajo, mordiéndose el labio como señal de que estaba deseando follarse aquello que estaba mirando. Yo di unas vueltas sobre mi misma para exhibirme completamente, que no quedará ningún resquicio que observar. Mi macho contemplaba la escena, satisfecho por lo que iba a ocurrir:



Chico: “¿Por donde empezamos, Lindita?”

Linda: “Primero que me folle tu amigo, luego tú y luego os unís los dos a la vez”.

Chico: “¿Y podrás con todo eso?”

Linda: “Parece mentira que no sepas lo puta que soy ¿no?”



Mi chico esbozó una mueca de sorpresa y sonrió pícaramente. Miró a su amigo y le dijo “Toda tuya, campeón” y se sentó en una silla al lado de la cama, ya sin los boxers, completamente desnudo. Yo me acerqué a la cama y me puse a cuatro patas sobre ella. El amigo se incorporó para acercarse a mí. Le quité los boxers, dejando su gloriosa polla fuera y, como es lógico en mí, me la tragué entera. Por fin, por fin tenía ya una polla de la que disfrutar. Comencé a mamársela con violencia: me la tragaba entera, la masturbaba, me comía sus huevos, la lamía de arriba abajo. Siempre intentaba que llegara hasta el final de mi garganta, intentando tragarme también los huevos. Soy una puta bastante tragona, me encanta mamar las pollas, es un vicio para mí. Me tumbé de espaldas frente a él, abriéndome de piernas, ofreciendo todo mi culo para que lo penetrara a gusto. Él me quitó el plug anal y me lo introdujo entero en la boca, y colocó su polla en la entrada de mi culo, lista para entrar y darme lo mío. Me agarró de los muslos que coloqué sobre su pecho y me la metió de tirón en mi ano lubricado, provocándome un gritito de placer bastante complaciente. Empezó a follarme como un animal, con mucha violencia, colocando su mano en mi cuello para apoyarse. Cuando tuvo suficiente con esa postura, me agarro de la nuca y llevo mi cabeza hasta su rabo, el cual volví a saborear gustosamente. Él se tumbó de espaldas, agarrándome la cabeza para que no dejara de mamársela hasta que me diera permiso. Cuando quedó satisfecho con esta comida de polla, me coloqué sobre él, lista para cabalgarlo y que disfrutara con la putita en todo su esplendor. Cabalgué, cabalgué y cabalgué como una fulana desesperada por saciar sus deseos de macho y, en ese momento, comencé a mirar a mi chico, que estaba sentado, masturbándose y contemplando la escena. Él estaba entusiasmado, se le veía contento y disfrutando con lo que veía. Realmente era lo que yo quería, que él se sintiera orgulloso de la puta que le da placer. “¿Te gusta como se está portando tu zorrita?” pregunté, mirándole a los ojos sonriendo, mientras seguía cabalgando y dándole placer a su amigo. “Estoy orgulloso de ti, putita” me contestó con cara de salido mientras se la machacaba.



En ese momento decidí parar y cambiar el turno: ahora le tocaba follarme a mi macho. Dejé de cabalgar, le di un morreo con lengua al amigo de mi chico e hice señas para que entrara el nuevo huésped a la cama. Mi chico entró dándome un morreo de esos que parece que te van a tragar entera. Ya había cumplido con su amigo y por fin iba a conseguir lo que yo vine buscando: comerme esa polla tan perfecta. Comencé a chupársela, estaba tan feliz y tan extasiada de placer que cada roce de su glande con mis labios era pura ambrosía. Tras un buen rato mamándosela, decidí darle al mejor follador con el que había estado mi mejor postura: a cuatro patas. Él agarró mi culo, rozó su glande con la entrada, jugueteando, metió la puntita y la clavo de tirón. Grité, grite como una autentica zorra, una explosión de placer invadía todo mi cuerpo. Al fin lo tenía dentro, al fin estaba saciando mis deseos. El empezó a follarme violentamente y dándome cachetazos en el culo a cada embestida. Me encanta que sea tan dominante, tan hombre. Cuando se cansó de aquella postura perfecta, nos tumbamos en la cama para que siguiera dándome por detrás. Me agarraba del cuello, apretando, mientras que con su polla me taladraba el culo intentando destrozarlo. Estaba tan a gusto con esa polla que gire mi cabeza hacia él para susurrarle: “Fóllame, tigre. Destrózame”. Súbitamente, con la mano me dio un bofetón en la cara, demostrando su fuerza y su dominancia y, agarrándome la cara y dirigiendo mi mirada hacia su amigo, sentado en la silla al lado de la cama contemplando la escena, me dijo: “Calla puta y mira al que te ha follado, que vea la cara de zorra que tienes mientras te dan lo tuyo”. Lo miré. Estaba relajado, manoseándose el rabo mientras veía entusiasmado las muecas de placer que esbozaba al ser follada por tan inmejorable macho. Fue de los momentos en los que mas extasiada de placer me he sentido.



Cuando se cansó de usarme para su disfrute, se retiró y me dejó tumbada sobre la cama, extasiada. Miré al techo, estaba cansada, pero mi cuerpo pedía más, pedía más hombres. Me puse de rodillas encima de la cama y, mirando a ambos machos, dije: “Venga, rematarme entre los dos”. Ambos se subieron sobre la cama y se colocaron a cada lado, con sus nabos erectos, listos para ser mamados. Comencé a comerme esas dos pollas nuevamente, esta vez a la vez, haciendo lo que nuestros queridos hombres conocen vulgarmente como el “candelabro italiano”. Qué puta me sentía al poder mamar dos pollas a la vez, era realmente grandioso. Luego los cabalgué por turnos: mientras cabalgaba a uno, le comía la polla al otro; y también hicimos “el perrito”: mientras uno me daba por detrás, el otro me follaba la boca a saco. Estaba totalmente destrozada, pero feliz. Feliz por haber catado a dos machos a la vez, por sentirme realizada y por saber que mi macho estaba orgulloso de mí.



“Vamos a terminarla ya, estoy a punto”, le dijo mi macho a su amigo, obteniendo un gesto de aprobación. “Vas a disfrutar con nuestra leche, ¿verdad, putita?”, apostilló. Yo asentí con la cabeza sonriendo, estaba realmente hambrienta y deseosa de mi premio lechoso. Nos bajamos de la cama, yo me arrodille en el suelo y empecé a meterme tres dedos en mi culito masturbándomelo, mirando a aquellos machos con cara de gatita deseosa de su lefa. Ambos hombres se pusieron a cada lado, masturbándose violentamente para darme todo el amor de sus testículos. El primero que se corrió fue el amigo, que me agarró la cabeza y manchó el lado izquierdo de mi cara y parte de mi pecho. Fue una gran lefada, que relamí y limpié de su nabo muy gustosa por mi premio. Luego se corrió mi hombre manchándome toda la cara y, tras la cual, me folló la boca para terminar de satisfacer sus deseos carnales. Estaba con el maquillaje corrido, destrozada, abofeteada y con la cara y pecho cubiertos de semen. Estaba preciosa, realmente bella, me veía realmente guapa. El amigo se separó del grupo hacia donde había dejado sus vaqueros antes de mi llegada a la habitación, sacó su cartera y cogió dos billetes de 50 euros. Se acercó de nuevo a mí, que estaba aún relamiéndome de rodillas toda la lefa que me habían regalado, y me tiró el dinero a la cara, diciéndome: “Toma, Linda. Te lo has ganado”. Recogí los billetes del suelo, los mire fijamente y sonreí ilusionada: me habían pagado por un servicio, como una autentica puta. Me lo coloqué en la gomilla del tanga, como exhibiendo el premio que me había ganado.



Con mucha dificultad por el cansancio, me puse de pie sobre mis grandes tacones. Mire a ambos machos, aún con sus caras sudorosas por el trabajo sexual hecho, diciéndoles: “Muchas Gracias, principes. Nos vemos a la próxima” y me dispuse a marcharme hacia la ducha. Una violentísima cachetada en mi culo de mi hombre me detuvo:



Chico: “¿Dónde vas, zorrita?”

Linda: “A la ducha. Recojo mis cosas rápido y os dejo tranquilos”

Chico: “¿Y quién va a limpiar ésto? ¿Quién va a cambiar las sabanas? No esperarás que sea yo y ni mucho menos mi invitado”

Linda: “No, claro que no”

Chico: “Cuando la semana que viene vuelva mi esposa con los niños tengo que tenerlo todo en orden, para que ella sepa el buen marido que tiene. Ya sabes lo que tienes que hacer”



Sonreí. Sonreí pícaramente y gustosamente. Lo había entendido todo. Me desmaquillé, me di una ducha y volví a mi casa. Metí en una maleta toda la ropa de zorrita que tengo, todos mis tacones, todos mis juguetes y le dije a mi compañera que iba a estar fuera el fin de cuidando a un familiar. Volví a casa de mi hombre, me vestí de nuevo de putita, me maquillé y me dispuse a cumplir las órdenes que me habían dado. Si, en efecto, estuve todo el fin de semana de chacha sirviendo a esos dos machos. Limpié, fregué, cociné, trabajé y follé, folle muchísimo, aunque ya ninguna vez con los dos a la vez, siempre me follaban por separado. Esclava sexual de dos pollas durante dos días y medio, que delicia. Me sentía realizada y orgullosa de la gran zorra que habita en mi interior. Aún recuerdo aquel fin de semana que espero repetir algún día, a partir del cual quizás es cuando nació mi gran sueño de ser la protagonista de un bukkake. Quién sabe…







Tuya. Tan zorra y sucia. De todos modos tuya. Miau!

<< Linda Lissy >>

1 comentario:

  1. Hola. Me gustó, no me importaría hacer de sirvienta un finde para un macho maduro de esos que los tienes que hacer todo en casita. le limpiaria hasta los calzones a mano y por supuesto me vestirá muy elegante...como una dama.

    ResponderEliminar