viernes, 27 de febrero de 2015

Yo, la puta


AUTORA: DULCE PRINCESA


Hola a todos/as. Me llamo Juan. O al menos lo era. Ahora me llamo María. El caso es que, como ustedes, yo era un tipo normal y corriente. Un joven de 21 años que llevaba dos independizado debido a que empecé a trabajar a los dieciséis en una pequeña tienda. Un día me quedé sin curro, no tenía donde ir porque mi madre murió al poco de nacer yo y mi padre se fue a vivir al extranjero con una mujer que conoció. Así pues solo me quedaba una solución: mi prima y su novio. Ya os contaré en una historia aparte la aventura que viví allí, pero ahora baste decir que mi primita accedió a acogerme si a cambio yo era prostituida. Pasé una iniciación y más cosas pero finalmente era todo lo que mi primita quiso: su pequeña puta. Ahora trabajaba de putita en un pequeño hotel, que ella misma regentaba. Todo el dinero que me dan, pasa a ella y yo solo tengo derecho a comer y beber y bañarme. Nada más. El resto del día estoy satisfaciendo machos sin venirme salvo un día a la semana, pues estoy en castidad. Sin más, les relataré mi primera vez de puta. El primer día vinieron cuatro machos en total. Os digo el anuncio que puso mi prima para esto:



PUTITA MARIA



¡Bienvenidos a mi perfil!

¿Buscas una putita complaciente? ¡Esa soy yo! Putita María. Jovencita de 21 añitos. Busco pollas de todos los tamaños, colores y sabores. Da igual si eres viejo, maduro, joven, casado... haré lo que me digas sin rechistar. ¡Y si quieres traerte a tus amigos o humillarme fuera del hotel aún mejor! Hago de todo: mamada, ducha, servicio de novia, y lo que quieras. No digo NO, a nada. Si me resisto ¡siempre puedes corregirme!

Te espero ansiosa...


PD: Servicio solo a hombres. Transexuales y mujeres consultar.
 

Precio: 100 la hora.



Ahora os voy a relatar mi primera vez de puta de oficio...


Ahora me encuentro en la habitación del hotel. Me estoy terminando de pintar los labios de rojo pasión. Luego toca ponerse el resto del vestuario: unas lindas braguitas negras con un lacito frontal. Luego de ponérmelas (ya estoy toda rasurada, sin vello alguno) me pongo una peluca con coletas negras y luego unos lindos pendientes en forma de corazón rojo. Me pongo un mini top rosa y como toque final cojo un perfume de Minnie Mouse y me lo echo por el cuello, la peluca, el ano, la raja del culo y luego lo guardo. Me doy cuenta que voy muy de nenita infantil y me pongo cachonda. Huelo muy bien, para que negarlo. Y estoy nerviosa, no sé quien vendrá. ¿será guapo, feo, viejo, gordo? Tocan el timbre y trago saliva. No tengo más opción que abrir de modo que voy hasta la entrada y abro la puerta. Normalmente miraría por mirilla, pero mi prima fue lista y me la quitó “para que sea toda una sorpresa”.


Me quedé boquiabierta: ante mí había un hombre de unos treinta años, calvo, bien musculoso y con tableta marcada. Era negro y olía muy bien su perfume masculino. Era todo un hombre. Todo lo que yo no era. Mi clítoris de nenita (o sea, mi pene) estaba flácido encerrado en su cinturón de castidad pero quería crecer, erectarse y correrse. Llevaba días sin hacerlo.

    Hola, ¿eres María no? Se nota cielo.

Me dijo aquel macho. Tragué saliva para hablar, y dije todo lo femenina que pude:

    Si cariño, aquí es. Pasa.

El pasó feliz y yo lo llevé hasta el sofá. Allí tuve que quitarle su camisa blanca. Le desabroché los botones lentamente mientras él me acariciaba con ternura mi carita y mi cuello. Yo me estremecía de placer y nervios.

    Hueles de maravilla mariquita. Has hecho bien trabajando de puta. Es para lo único que sirves princesa.

Aquello me hizo tragar saliva y pensé en lo cachonda que me estaba poniendo. No niego que me excitaba vestir de nena e inclusive tal vez tener sexo con algún hombre, pues ya mi prima me había hecho hacer algunas cosas con algunos hombres, pero nunca había tenido sexo total con ellos. Y no me sentía preparada. Pero tenía que hacerlo. Era eso, o la calle. Además mi prima ya había cogido varias fotos mías y vídeos para hacerme chantaje.

De modo que terminé de desabrocharle la camisa y vi aquellos pectorales preciosos. Lentamente pasé mi mano por ellos mientras mi hombre me abrazaba más a él. Sentí su verga ya dura y caliente sobre el pantalón y sentí una necesidad de llegar a ella cuanto antes. Bajé lentamente mi mano hasta su pantalón, donde toqué su verga. Subía la mano y la bajaba, masajeándola. Mi hombre me cogió en brazos, le rodeé con las piernas su espalda y su cuello con mis brazos y empezamos a besarnos apasionadamente, como si yo fuera su novia. Sentía su lengua en la mía, sus labios en los míos, su cuerpo pegado al mío. Era tan excitante...

Al parar de besarnos me dijo que me pusiera de rodillas y eso hice. Empecé a besar su polla sin haberle quitado todavía el pantalón. Lo besaba y lamía. Besaba donde estaban sus huevos e iba subiendo y luego bajando. Luego lamí de abajo arriba y viceversa. Por fin le desabroché el botón y cinturón y le bajé los pantalones pero todavía quedaban sus bóxer negros antes de llegar al ansiado regalo. Vi su erección y me lancé. Me tragué lo que pude de esa verga, no era la primera vez que lo hacía (no tuve sexo, pero si hice cosas con las vergas) y chupé. Él gimió complacido. Le bajé los bóxer y aquella verga de al menos veinte centímetros empinó a mí. Era larga, gruesa, dura y ya goteaba semen. Olí aquella verga. Lamí aquella gotita como la puta que era. Sentir el sabor de la leche me excitó y encantó. Lamí desde los huevos, pasando por el tronco y acabar otra vez en el glande, que terminé dando un tierno y femenino beso.

    Lo haces muy bien guapa. Si sigues así vas a tener muchos clientes.

Rió.

Roja de vergüenza, le empecé a hacer una lenta y tierna mamada mientras lo miraba a los ojos. Me la metí lenta en la boca, hasta llegar a los huevos. Sentí arcadas, pero estaba lejos de potar. Estuve quieta un minuto y luego la saqué lentamente. Entonces empecé a besar su polla, cada huevo, cada parte del tronco, el glande. A lamer... Luego empecé a hacerle una mamada a ritmo norma, mientras cerraba los ojos primero y después nos mirábamos. Él estaba gozando y yo gozaba de comer aquel trozo de carne. En un momento dado él me agarró del pelo y me empezó a follar la boca rápidamente. Yo no tenía que hacer nada. Notaba su verga entrar y casi no podía ni respirar. La sacaba cinco segundos o diez y la metía de nuevo. Cuando terminó con mi boquita me dijo:

    Desnúdate amor, menos las braguitas. Te voy a meter mi biberón perrita.

Ansiosa, aunque temerosa de sentir aquella verga en mi culo, hice lo que me pidió. Me quité el mini top y eché un poco de lado las bragas para que su verga cupiera. Me puse a cuatro patas en el sofá y sentí aquel vergón rozando mi culito. Toda yo olía a nena, por lo que aquella verga quedaría impregnada un poco de ese olor. Por fin, tras rozar un poco, la metió lentamente. Tras meter el glande, la sacó rápidamente. Tras repetir el proceso unas dos veces más, finalmente la metió hasta el fondo. Gemí. Él rió. Sentía todo el tronco en mi ano/vagina y los huevos pegados a mi clítoris enjaulado. La sacó lentamente y luego empezó a darle. Lentamente primero y cada vez más rápido. Me penetraba rápidamente , sin miramientos mientras yo gemía como toda una verdadera puta. Cuando se cansó, él se sentó y yo me quité las braguitas. Ya desnudita, él se rió al ver mi jaula.

    Qué lindo. ¿cuanto hace que no te vienes?

    Días – dije por toda respuesta.

Me besó y dijo:

    Maravilloso.

Me puse la verga en mi culito de nena y volví a sentir aquel pollón, esta vez sentada. Me excité todavía más. Empecé a cabalgar aquella hermosa verga lentamente. Me moví en círculos, todo abrazada a mi chico, oliendo su colonia de hombre. Le besé y luego puse mis manos en sus perfectos pectorales que besé. Lo cabalgué ya normal mientras gemía y escuchaba sus huevos chocar con mi culito. Finalmente se vino. Se corrió en mi culito mientras soltaba un desgarrador gemido. Yo no me vine, pero sentía esa leche en mi culo. Aún con la verga en mi culo, nos besamos y él me sonrío. Estuve abrazada a él un rato y luego me sacó la verga. La leche goteó por mi culito de nena. Mi macho se levantó, con la verga dura y llena de leche.

    Arrodíllate guarra y límpiame.

Le obedecí y lamí con mi lengua todo rastro de leche. Ya terminado, me besó y me dijo:

    No te limpies si otra persona no te da permiso.

    Va... vale.

Después de eso me dio el dinero y se marchó. ¿Quien será el siguiente cliente en venir?

No hay comentarios:

Publicar un comentario